Pregunta:
son 10 10 son 10 puntos?
2008-01-10 06:23:44 UTC
determinar el periodo que abarca la:
Edada Antigua, Media, Moderna y Contemporanea

osea de que año a hasta que año es la edad antigua, media. moderna y contemporanea
De diecisiete respuestas:
2008-01-10 06:28:18 UTC
mira aquí

http://es.wikipedia.org/wiki/Edad_Antigua

saludos.
Shari
2017-03-06 08:55:48 UTC
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2008-01-10 06:33:12 UTC
Edad Antigua - 3300 a.C (Invención de la escritura) hasta 476 (Caída del Imperio Romano)



Edad Media - 476 hasta a) 1492 (Descubrimiento de América) b) 1453 (Toma de Constantinopla por los turcos). Los historiadores no se ponen de acuerdo en cuanto a la fecha fin de este período.



Edad Moderna - 1453/1492 - 1789 (Estallido de la Revolución Francesa)



Edad Contemporánea - 1789 hasta ayer.
2016-12-10 07:07:12 UTC
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2016-07-10 22:59:41 UTC
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2016-07-08 15:14:36 UTC
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Chuki
2014-11-23 17:56:24 UTC
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peru186
2008-01-10 06:59:50 UTC
EDAD ANTIGUA 3300 AC. AL 476 aC.

La Edad Antigua es la época histórica que transcurre desde el nacimiento de las primeras civilizaciones caracterizadas por el comercio de larga distancia. Algunos autores culturalistas hacen llegar la Antigüedad tardía europea hasta los siglos VI y VII, mientras que, en lo político, los partidarios de la escuela "mutacionista" francesa la extienden hasta algún momento entre los siglos IX y XI, cuando el Estado central, la propiedad pública y los impuestos dieron lugar al feudalismo y sus censos.





Buda Gandhara (siglo I)El concepto más tradicional de Historia Antigua presta atención al descubrimiento de la escritura, pero las orientaciones más recientes procuran atender al sistema social o el nivel técnico. Según estos criterios la Edad Antigua se inicia con la vida urbana, considerada en un sentido amplio, y tiene su fin en diversos momentos según el area geográfica de la que hablemos. Así algunos pueblos cazadores-recolectores actuales aún no habrían abandonado la Prehistoria mientras que otros entraron violentamente en la edad moderna o contemporánea de la mano de las colonizaciones del siglo XVI o XIX.



Los pueblos cronológicamente contemporáneos a la Historia escrita del Mediterráneo Oriental pueden ser objeto de la Protohistoria, pues las fuentes escritas por griegos, árabes, fenicios, hebreos o egipcios, además de las fuentes arqueológicas, permiten hacerlo.



La Antigüedad clásica se localiza en el momento de plenitud de las civilizaciones griega y romana (siglo V a.c. al II d.c.) o en sentido amplio, en toda su duración (siglo VIII a.c. al V d.c.)



Conceptos como Edad Media o Edad Moderna pueden considerarse válidos sólo para Europa; así Asia, África o América deben recibir una periodización propia y original, coordinando sus cronologías para entender mejor como los logros de una cultura acabaron por influir en las otras.



Las grandes civilizaciones de la Antigüedad pueden ser agrupadas geográficamente según areas de influencia estratégica.

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EDAD MEDIA 476 al 1.492 decubrimiento de America

Edad Media

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La Edad Media es un período histórico que comienza en el año 476 (aunque actualmente los historiadores del periodo prefieren hacer una un termino intermedio entre antiguedad y edad media, de esta forma en el 476 empezaria la denominada Antigüedad Tardía, que de hecho seria como un periodo de transición) con la caída del Imperio Romano de Occidente tras ser destronado el último emperador, Rómulo Augústulo, por el jefe de los bárbaros, Odoacro, y finaliza en 1492 con el descubrimiento de América.[1] Algunos historiadores aceptan versiones de su final en 1453 con la caída del Imperio Romano de Oriente.





La Edad Media, o Medievo, se separa en períodos: Temprana Edad Media (siglo V a siglo IX), Alta Edad Media (siglo IX a siglo XI) y Baja Edad Media (siglo XI a siglo XV).

El Medioevo es considerado como una época oscura atrasada cultural y socialmente. Aunque en el Medioevo y el Feudalismo se sentaron las bases del desarrollo de la posterior expansión europea, el nacimiento del capitalismo y la modernidad.



Existe una diferencia entre la Edad Media y el Feudalismo, aunque están muy unidos:



Edad Media: es un período histórico que va del siglo V al XV.

Feudalismo: sistema político, económico y social que rigió en Europa en este período.

Aunque se han propuesto varias fechas para el inicio de la Edad Media, de las cuales la más extendida es la del año 476, lo cierto es que no podemos ubicar el inicio de una forma tan exacta ya que la Edad Media no nace, sino que "se hace" a consecuencia de todo un largo y lento proceso que se extiende por espacio de cinco siglos y que provoca cambios enormes a todos los niveles de una forma muy profunda que incluso repercutirán hasta nuestros días. Podemos considerar que ese proceso empieza a principios del siglo IV con Constantino y en Bajo Imperio y culmina en la época en que se corona el nuevo Emperador de Occidente (Carlomagno, año 800). Dioclesiano, por ejemplo, realizó un paso previo hacia el Feudalismo cuando prohibió a los campesinos cambiar de domicilio, teniendo que trabajar siempre la misma tierra. El proceso de transición entre la Antigüedad y la Edad Media, se puede resumir en una serie de peldaños consecutivos:



Legalización del cristianismo (principios S. IV).

Crisis total del Esclavismo, se introducen los primeros rudimentos del Feudalismo (Reinado de Constantino).

Desurbanización de las grandes ciudades romanas de Occidente (s. III a V).

Caída nominal del Imperio Romano, organización política por excelencia del sistema Esclavista (476).

Nacimiento de los primeros estados germanorromanos a raíz del asentamiento de las "tribus bárbaras" (s. V y VI).

Desarrollo y normalización de las instituciones de gobierno de los "estados bárbaros" que habían sobrevivido al siglo V (s. VII-VIII).

Perfeccionamiento y consolidación del Feudalismo como sistema económico de la Edad Media (s. V a IX).

Fundación del Imperio Carolingio a partir del Reino Franco,



La caída del Imperio Romano [editar]Ningún evento concreto determina el fin de la Antigüedad y el inicio de la Edad Media: ni el saqueo de Roma por los godos dirigidos por Alarico I en el 410, ni el derrocamiento de Rómulo Augústulo (último emperador romano de Occidente) fueron sucesos que sus contemporáneos consideraran iniciadores de una nueva época. La culminación a finales del siglo V de una serie de procesos de larga duración, entre ellos la grave dislocación económica, las invasiones y el asentamiento de los pueblos germanos en el Imperio romano, hizo cambiar la faz de Europa. Durante los siguientes 300 años, la Europa occidental mantuvo un período de unidad cultural, inusual para este continente, instalada sobre la compleja y elaborada cultura del Imperio romano, que nunca llegó a perderse u olvidarse por completo y el asentamiento del cristianismo entre su población.



Los Reinos germanorromanos [editar]En el año 395 falleció el emperador Teodosio. En esos tiempos, pocos ciudadanos de Occidente podían pensar que de hecho iban a dejar de pertenecer al Imperio poco más de medio siglo después. El Imperio Romano había pasado por invasiones externas y guerras civiles terribles en el pasado. Hacía escaso tiempo que Teodosio había logrado nuevamente unificar bajo un solo centro ambas mitades del Imperio, y el triunfo de la nueva religión de Estado, el Cristianismo niceno, parecía apoyar desde los Cielos a un Imperium Romanum Christianum y a una dinastía que venía ejerciendo el poder desde hacia más de treinta años.



El gobierno de Teodosio había encauzado los afanes de protagonismo político de los más ricos e influyentes senadores romanos y de las provincias occidentales. Además, la dinastía había sabido encauzar acuerdos con la poderosa aristocracia militar, en la que se enrolaban nobles germanos que acudían al servicio del Imperio al frente de soldados bárbaros unidos por lazos de fidelidad hacia ellos. Al morir, Teodosio confió el gobierno de Occidente y la protección de su joven heredero Honorio al general Estilicón, hijo de un noble oficial vándalo que había contraído matrimonio con Serena, sobrina del propio Teodosio. Sin embargo, cuando en el 455 murió asesinado Valentiniano III, nieto del gran Teodosio, una buena parte de los descendientes de aquellos nobles occidentales que tanto habían confiado en los destinos del Imperio parecieron ya desconfiar del mismo. Máxime cuando en el curso de dos decenios pudieron darse cuenta de que el gobierno imperial recluido en Rávena era cada vez más presa de los exclusivos intereses e intrigas de un pequeño grupo de altos oficiales del ejército itálico. Muchos de éstos eran de origen bárbaro y cada vez confiaban más en las fuerzas de sus séquitos armados de soldados convencionales y en los pactos y alianzas familiares que pudieran tener con otros jefes bárbaros instalados en suelo imperial junto con sus propios pueblos, que desarrollaban cada vez más una política autónoma.



Necesitados de mantener una posición de predominio social y económico en sus regiones de origen, reducidos sus patrimonios fundiarios a dimensiones provinciales, y ambicionando un protagonismo político propio de su linaje y de su cultura, estos representantes de las aristocracias tardorromanas occidentales habrían acabado por aceptar las ventajas de admitir la legitimidad del gobierno de dichos reyes bárbaros, ya muy romanizados, asentados en sus provincias. Al fin y al cabo, éstos, al frente de sus soldados, podían ofrecerles bastante mayor seguridad que el ejército de los emperadores de Rávena. Además, el avituallamiento de dichas tropas resultaba bastante menos gravoso que el de las imperiales, por basarse en buena medida en séquitos armados dependientes de la nobleza bárbara y alimentados con cargo al patrimonio fundiario provincial de la que ésta ya hacía tiempo se había apropiado. Menos gravoso para los aristócratas provinciales pero también para los grupos de humildes que se agrupaban jerárquicamente en torno a dichos aristócratas, y que, en definitiva, eran los que habían venido soportando el máximo peso de la dura fiscalidad tardorromana. Unas monarquías bárbaras, en definitiva, que, como más débiles y descentralizadas que el viejo poder imperial, estaban también más dispuestas a compartir el poder con dichas aristocracias provinciales, máxime cuando en el seno mismo de sus gentes tales monarcas desde siempre habían visto su poder muy limitado por una nobleza basada en sus séquitos armados.



Pero para llegar a esta situación, a esta auténtica acomodación, a esta metamorfosis del Occidente romano en romano-germano, no se había seguido una línea recta; por el contrario, el camino había sido duro, zigzagueante, con ensayos de otras soluciones, y con momentos en que parecía que todo podía volver a ser como antes. Ésta será en lo fundamental la historia del siglo V, que en algunas regiones pudo incluso prolongarse hasta bien entrado el VI como consecuencia, entre otras cosas, de la llamada Reconquista de Justiniano.





El Cristianismo y los bárbaros [editar]La expansión del cristianismo entre los bárbaros constituyó una poderosa fuerza fusionadora de culturas y ayudó a asegurar que algunos vestigios de la ley romana y del latín continuaran en Francia, Italia, España y Portugal. Los francos se convirtieron al catolicismo durante el reinado de Clodoveo I y, a partir de entonces, expandieron el cristianismo entre los germanos del otro lado del Rin. Por su parte, los bizantinos extendieron el cristianismo ortodoxo entre los búlgaros y los eslavos.



El cristianismo fue llevado a Irlanda por San Patricio a principios del siglo V, y desde allí se extendió a Escocia, desde donde regresó a Inglaterra por la zona norte. A finales del siglo VI, el Papa Gregorio Magno envió misioneros a Inglaterra desde el sur. En el transcurso de un siglo, Inglaterra volvió a ser cristiana.



En Irlanda, por su parte, había sobrevivido una comunidad cristiana, aislada de Europa por la barrera pagana de los anglosajones. Con el tiempo evolucionaron de manera diferente al cristianismo continental, haciendo florecer el cristianismo celta. Estos cristianos celtas conservaron mucho de la antigua tradición latina, la cual compartieron con Europa continental apenas la oleada invasora se hubo calmado un poco. En el siglo VI, los irlandeses saltaron a Inglaterra, y en el siglo VII fundaron monasterios en la Galia, en Suiza (Saint Gall), e incluso en Italia, destacándose particularmente los nombres de Columba y Columbano. Como consecuencia de esto, las Islas Británicas fueron durante unos tres siglos el vivero de importantes nombres para la cultura: el historiador Beda el Venerable, el misionero Bonifacio de Alemania, el educador Alcuino de York, el teólogo Juan Escoto Erígena, entre otros...





Época del Imperio Carolingio (siglos VIII y IX) [editar]

Ascenso del Imperio Carolingio [editar]Artículo principal: Imperio Carolingio

Hacia el siglo VIII, la situación política europea se había estabilizado. En oriente, el Imperio Bizantino era fuerte otra vez, gracias a una serie de emperadores competentes. En occidente, algunos reinos aseguraban relativa estabilidad a varias regiones: Northumbria a Inglaterra, Visigotia a España, Lombardía a Italia, y el Reino Franco a la Galia. En realidad, el "reino franco" era un compuesto de tres reinos: Austrasia, Neustria y Aquitania.



El Imperio Carolingio surge con Carlomagno a principios del siglo VIII. Sus fronteras dominaron una gran parte de la Europa Occidental aspirando a reconstruir la extensión del antiguo Imperio Romano Occidental. Aquisgrán (o Aix-la Chapelle) fue su capital. Creó las marcas para fijar las fronteras y frenar la expansión árabe. También impulso una organización del territorio con los condados. Con la muerte de Carlomagno el imperio se divide en tres quedando fragmentado con el Tratado de Verdún.



El Imperio Carolingio fue la primera gran potencia política europea desde la extinción del Imperio Romano, y esto la Iglesia Católica lo reconoció, coronando a Carlomagno como Emperador de Occidente, en el año 800. Carlomagno negoció de igual a igual con otras grandes potencias de la época, como el Imperio Bizantino, el Emirato de Córdoba, y el Califato Abasida. Al mismo tiempo, mandó llamar a la intelectualidad de su tiempo a sus dominios, dándole, con la colaboración de Alcuino de York, impulso al llamado Renacimiento carolingio.





El hundimiento del Imperio Carolingio [editar]Muerto Carlomagno en 814, toma el poder su hijo Ludovico Pío, y los hijos de éste que eran Carlos el Calvo, Luis el Germánico y Lotario, se enfrentaron militarmente disputandose los diferentes territorios del imperio. Esta situación concluyo en el Tratado de Verdún, en el 843.



Esta situación dejo muy debilitado al imperio, lo que permitió que otros pueblos se aprovecharan de esto por lo cual Europa fue duramente golpeada por pueblos bárbaros, entre ellos los vikingos, cuyas correrías terminaron de destruir lo que empezaba a florecer bajo los carolingios.



Todo esto crea una pauta determinante para el fortalecimiento del Feudalismo Europeo.





Época del Feudalismo (siglos X, XI y XII) [editar]Artículo principal: Feudalismo



El sistema feudal [editar]

Caballero medieval del siglo XIII.El fracaso del proyecto político centralizador de Carlomagno llevó a la entronización sin mayores contrapesos, de un sistema político, económico y social llamado el Feudalismo. Dos instituciones eran claves para su funcionamiento:



Había una jerarquía de señores y vasallos vinculados a través del vasallaje. Por el vasallaje, un vasallo se ofrecía a un señor, entablando un contrato en donde el vasallo debía obediencia y lealtad, y el señor debía protección. Ésta era la única manera de garantizar el orden. Los privilegios de la nobleza la obligaban a encargarse de que todo funcionase. Para ello recurrieron a acuerdos de dependencia mutua conocidos con el nombre de relaciones feudo-vasalláticas, que podían ser de dos tipos:

Vasallaje. Es un pacto entre dos miembros de la nobleza de distinta categoría. El caballero de menor rango se convertía en vasallo del noble más poderoso por medio de la Ceremonia de Homenaje e Investidura. El vasallo prestaba homenaje al señor —humillándose ante él— y éste le investía dándole una espada, o bien un báculo si era religioso. El señor protegía al vasallo y le otorgaba un feudo (un castillo, un monasterio o un simple sueldo), a cambio, el vasallo le juraba fidelidad y estaba obligado a prestarle ayuda militar y consejo.

Encomienda. Es un pacto entre los campesinos y el señor feudal. El señor acogía a los campesinos en su feudo, les proporcionaba una pequeña porción de tierra (manso) para que pudieran subsistir y les protegía si eran atacados. A cambio, el campesino se convertía en su siervo y pasaba a la doble jurisdicción del señor feudal: el Señorío Territorial, que obligaba al campesino a pagar una parte de sus rentas al noble; y el Señorío Jurisdiccional, que convertía al señor feudal en gobernante y juez del territorio en el que vivía el campesino.

La sociedad estaba organizada de manera estamental, en los llamados estamentos u ordines: nobleza, clero y campesinado (los hombres que guerrean, los que rezan y los que trabajan, según una formulación de la época).

Nobleza feudal. Los bellatores o guerreros era la Nobleza, en ella distinguimos: La alta nobleza (marqueses, condes y duques) poseía grandes feudos; y la baja nobleza o caballeros (barones, infanzones, hidalgos…), con feudos pequeños, eran vasallos de los más poderosos.

Clero feudal. Los oratores o clérigos era la Iglesia: algunos formaban una élite poderosa llamada alto clero (abades, obispos), y otros más humildes (curas de pueblo o monjes) estaban subordinados a su autoridad.

Pueblo llano. Los laboratores o trabajadores, era el pueblo llano, por tanto, los más numerosos, y generalmente estaban sometidos a los otros estamentos. Estaban compuestos por campesinos, siervos de los señores feudales, y que eran los más numerosos, y por artesanos, que eran escasos y vivían en las pocas ciudades que había. Si dependían del rey (realengo) y no de un señor feudal, prosperaban más.

Las tres órdenes eran consecuencia básica de la estructura social a la caída del Imperio Romano. Así, los señores feudales eran la continuación de aquellos grandes terratenientes que habían imperado casi sin contrapesos (exceptuado el paréntesis carolingio) desde el siglo XII, mientras que el campesinado era la continuación del antiguo agro romano. El clero, por su parte, tenía su lugar gracias a la influencia que la Iglesia Católica había ejercido desde finales del Imperio, y comienzos de la Edad Media. El campesino lo era por herencia, y rara vez tenía oportunidad de ascender de nivel. El noble lo era generalmente por herencia, aunque en ocasiones podía alguien ennoblecerse como soldado de fortuna, después de una victoriosa carrera de armas (como fue el caso, por ejemplo, de Roberto Guiscardo). El clero, por su parte, era reclutado por cooptación. Todo esto le daba al sistema feudal una extraordinaria estabilidad, en donde había "un lugar para cada hombre, y cada hombre en su lugar", al tiempo que una extraordinaria flexibilidad, porque permitía al poder político y económico atomizarse a través de toda Europa, desde España hasta Polonia.



Esta nueva estructura social encontró concreción en una nueva forma de arte, el llamado arte románico, cuyo antecedente más remoto es la Capilla Palatina de Aquisgrán construida en tiempos del Imperio Carolingio, y que manifestó todo su esplendor en el llamado Estilo Otónico que imperó en Alemania durante el siglo X, y comienzos del siglo XI.





La expansión del sistema feudal [editar]La enorme flexibilidad del Feudalismo como sistema social permitió el desarrollo de dos procesos, que se retroalimentaron mutuamente favoreciendo una rápida expansión. Por una parte, al asignarle un lugar a cada persona dentro del sistema, permitió la expulsión de todos aquellos para quienes no había lugar, enviándolos como colonos y aventureros militares a tierras no ganadas para la Cristiandad Occidental, expandiendo así brutalmente sus límites. Por la otra, al asegurar un cierto orden y estabilidad social para el mundo agrario, difuminando las guerras hasta convertirlas en una especie de rumor sordo de la época, permitió el inicio de la concentración de riquezas que llevaría a la vuelta de poco tiempo al resurgimiento económico de Europa Occidental. Irónicamente, ambos procesos terminarían por minar las bases del feudalismo, y llevarlo hacia su destrucción.



La expansión geográfica se llevó a cabo, o se intentó llevar a cabo, al menos, en varias direcciones. En España, después de la disolución del Califato de Córdoba en al año 1031, se creó un vacío de poder que los reinos feudales cristianohispánicos de Castilla, León, Navarra, Portugal y Aragón intentaron aprovechar, expandiéndose en la llamada Reconquista. En las Islas Británicas, el reino de Inglaterra intentó repetidas veces invadir a Gales, Escocia e Irlanda, con mayor o menor éxito. En Europa del Norte, acabadas las invasiones de los vikingos, las riquezas saqueadas por éstos sirvieron para adquirir productos y servicios occidentales, creando en el Mar Báltico una próspera red comercial que atrajo a los escandinavos a la civilización occidental. Muchos descendientes de vikingos, apodados los normandos, se instalaron en Normandía, Inglaterra, Sicilia y el sur de Italia, creando reinos centralizados y eficientes: entre ellos están Rolón, Guillermo el Conquistador y Rogerio I de Sicilia. En el este, en el año 955, Otón el Grande batió a los magiares en la Batalla del Río Lech y reincorporó Hungría a Occidente, al tiempo que comenzaba la "germanización" de Polonia, hasta entonces pagana. Poco después, en tiempos de Enrique el León (siglo XII), los alemanes se abrían paso a través de las tierras de los vendos, hasta el Mar Báltico. Pero sin lugar a dudas, el movimiento de expansión más espectacular, aunque finalmente fallido, fueron las Cruzadas, en donde selectos miembros de la nobleza guerrera occidental cruzaron el Mar Mediterráneo e invadieron el Medio Oriente, creando reinos de efímera duración.



El balance de esta expansión fue espectacular. En la época del Tratado de Verdún de 843, el sistema social cristianooccidental se extendía por Francia, parte de Alemania, la porción sur de las Islas Británicas, y la mitad norte de España e Italia. Un siglo después, en la época de Batalla del Río Lech (955), no había región de Europa Occidental a salvo de los invasores bárbaros. En la época de la Batalla de Navas de Tolosa (1212), por su parte, habían sido "occidentalizadas" toda Italia hasta Sicilia, Escocia, Gales, cerca de la mitad de la Península Ibérica, Polonia y Escandinavia, y las incursiones militares occidentales habían puesto en manos occidentales lugares tan lejanos como Constantinopla o Jerusalén, al tiempo que tierras como Lituania, Bohemia o Irlanda estaban sometidas a una presión militar occidental cada vez mayor.



Todo esto tuvo por consecuencia la creación de nuevas redes comerciales, que contribuyeron a la suerte de "milagro económico" que a veces es llamada la revolución del siglo XII.



Las Cruzadas [editar]Artículo principal: Cruzadas



Caballeros de la quinta cruzada arriban al fuerte de DamiettaLas cruzadas fueron una serie de campañas militares comúnmente hechas a petición del Papa Urbano II, que tuvieron lugar entre los siglos XI y XIII, contra los musulmanes para la recuperación de Tierra Santa y el Santo Sepulcro.



Básicamente, fueron motivadas por los intereses expansionistas de la nobleza feudal, el control del comercio con Asia y el afán hegemónico del papado sobre las monarquías y las iglesias de Oriente.



Las Cruzadas fueron expediciones emprendidas, en cumplimiento de un solemne voto, para liberar los Lugares Santos de la dominación musulmana. El origen de la palabra remonta a la cruz hecha de tela y usada como insignia en la ropa exterior de los que tomaron parte en esas iniciativas.



Escritores medievales utilizan los términos crux (pro cruce transmarina, Estatuto de 1284, citado por Du Cange s.v. crux), croisement (Joinville), croiserie (Monstrelet), etc. Desde la edad media el significado de la palabra cruzada se extendió para incluir a todas las guerras emprendidas en cumplimiento de un voto, y dirigidas contra infieles, ej. contra musulmanes, paganos, herejes, o aquellos bajo edicto de excomunión.



Las guerras emprendidas por los españoles contra los moros constituyeron una cruzada incesante del siglo XI al XVI; en el norte de Europa se organizaron cruzadas contra los prusianos y lituanos; el exterminio de la herejía albigense se debió a una cruzada, y, en el siglo XIII los papas predicaron cruzadas contra Juan Sin Tierra y Federico II.



Pero la literatura moderna ha abusado de la palabra aplicándola a todas las guerras de carácter religioso, como, por ejemplo, la expedición de Heraclio contra los persas en el siglo VII y la conquista de Sajonia por Carlomagno. La idea de la cruzada corresponde a una concepción política que se dio sólo en la Cristiandad del siglo XI al XV; esto supone una unión de todos los pueblos y soberanos bajo la dirección de los papas. Todas las cruzadas se anunciaron por la predicación.



Después de pronunciar un voto solemne, cada guerrero recibía una cruz de las manos del papa o de su legado, y era desde ese momento considerado como un soldado de la Iglesia. A los cruzados también se les concedían indulgencias y privilegios temporales, tales como exención de la jurisdicción civil, inviolabilidad de personas o tierras, etc. De todas esas guerras emprendidas en nombre de la Cristiandad, las más importantes fueron las Cruzadas Orientales, que son las únicas tratadas en este artículo.





Europa en 1328

Europa en la década de 1430

Europa en la década de 1470

El surgimiento de la burguesía [editar]A partir del siglo XIII, la mejora de las técnicas agrícolas y el consiguiente incremento del comercio hizo que la burguesía fuera presionando para que se facilitara la apertura económica de los espacios cerrados de las urbes, se redujeran los tributos de portazgo y se garantizaran formas de comercio seguro y una centralización de la administración de justicia e igualdad de las normas en amplios territorios que les permitieran desarrollar su trabajo, al tiempo que garantías de que los que vulnerasen dichas normas serían castigados con igual dureza en los distintos territorios.



Aquellas ciudades que abrían las puertas al comercio y a una mayor libertad de circulación, veían incrementar la riqueza y prosperidad de sus habitantes y las del señor, por lo que con reticencias pero de manera firme se fue diluyendo el modelo. Las alianzas entre señores eran más comunes, no ya tanto para la guerra, como para permitir el desarrollo económico de sus respectivos territorios, y el rey fue el elemento aglutinador de esas alianzas.



En el siglo XII surgen los burgos, ciudades en donde apareció la burguesía como nueva clase social. Los burgueses estaban totalmente fuera del sistema feudal, porque no eran ni señores feudales, ni campesinos, ni hombre de iglesia, sino comerciantes. "Los aires de la ciudad dan libertad" se decía, y con razón, puesto que quienes podían radicarse en las ciudades, tenían todo un nuevo mundo de oportunidades que explotar. No era raro que burgueses y representantes del orden feudal se miraran con desconfianza y desdén, aunque se necesitaran unos a otros, por el minuto al menos.



En los burgos surgieron muchas instituciones sociales nuevas. El desarrollo del comercio llevó aparejado consigo el del sistema financiero y la contabilidad. Los artesanos se unieron en asociaciones llamadas gremios, ligas, corporaciones, cofradías, o artes, según el lugar geográfico. Surgió también el trabajo asalariado, economía monetaria, surgimiento de la banca (crédito, préstamos, letras de cambio) algo virtualmente desconocido en el mundo feudal y el cual origina un incipiente capitalismo. También aparecen las Universidades como respuesta de los gremios de educadores.



El siglo XIV, destaca luctuosamente, por ser el siglo de la Peste Negra, apocaliptico episodio que sufrió el mundo occidental conocido, Asia y norte de África, que diezmó su población casi un tercio en menos de cinco años (1347-1351).





El ocaso de la Edad Media [editar]El final de la Edad Media llega con el final del sistema feudal. Los caballeros feudales empezaron a ser técnicamente superados por el desarrollo de técnicas militares como el arco de tiro largo, arma que los ingleses usaron para barrer a los franceses en la Batalla de Agincourt, en 1415, o la pica, usada por la infantería de mercenarios suizos. Estos mercenarios se volvieron la pesadilla de los caballeros, ya que no peleaban por ideales ni honor, sino por dinero, el cual estaba a disposición de los burgueses, y no de los señores feudales, los que de esta manera pudieron armar sus propios ejércitos. Todo esto llevó al decaimiento de la era medieval.



La sociedad feudal había alcanzado su mayor auge en el siglo XIII y no había duda de que, a partir de entonces, se sucedería una época de progresivo decaimiento de tal sistema socioeconómico. El quiebre puede verse, claramente, en la crisis del siglo XIV que sobrevino al apogeo del feudalismo. Esta crisis muestra la progresiva caída del poder señorial, directamente relacionado con el sistema feudal, la cual puede considerarse el signo negativo, el signo decayente que otorga al período el apelativo de "crisis". Pero, también, podemos encontrar un aumento de la liberación campesina, reflejada, efectivamente, en las revueltas populares que abundaron en Europa durante la centuria. Éste podría considerarse, en efecto, el signo positivo o innovador, por lo que gran cantidad de historiadores no están completamente de acuerdo con la utilización de "crisis" para designar a la época, o prefieron darle un carácter ambivalente.



La Iglesia Católica, disminuye su poder debido a la Reforma Protestante, además de las nuevas ideas religiosas que trajo la burguesía. La muestra de ello está en el fermento de las herejías a partir del siglo XII (cátaros, valdenses, husismo, wycliffismo, etcétera), en concepciones teológicas que intentaban rebajar el misticismo e imprimir mayor racionalidad al Catolicismo (como por ejemplo Tomás de Aquino o Guillermo de Ockham), y en la seguidilla de desórdenes en la Iglesia que culminaron en el cisma de Occidente y en la mencionada Reforma Protestante.



Disminuido el poder de estos dos grupos, en beneficio de los reyes y la burguesía, el derrumbe de la sociedad medieval era cuestión de tiempo. Aunque la mayor parte de la población siguió siendo campesina, y la servidumbre existió aún durante bastante tiempo, lo cierto es que ahora las novedades culturales, económicas, sociales, políticas, intelectuales o religiosas ya no provenían del castillo o el monasterio, sino de la ciudad. La mentalidad Teocéntrica se cambió por una antropocéntrica, lo que dio un paso importante y fundamental a la aparición de la Edad Moderna.

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EDAD MODERNA DE 1.492 A 1.789



La Edad Moderna es la tercera de las etapas en la que se divide tradicionalmente en Occidente la Historia Universal, desde Cristóbal Celarius. En esa perspectiva, la Edad Moderna sería el periodo en que triunfan los valores de la modernidad (el progreso, la comunicación, la razón) frente al periodo anterior, la Edad Media, que el tópico identifica con una Edad Oscura o paréntesis de atraso, aislamiento y oscurantismo. El espíritu de la Edad Moderna buscaría su referente en un pasado anterior, la Edad Antigua identificada como Época Clásica.



Desde una perspectiva más global, la Edad Moderna marcó el momento de la integración de dos mundos humanos que habían permanecido completamente aislados durante más de 20.000 años: América, el Nuevo Mundo, y Eurasia y África, el Viejo Mundo. Cuando se descubra el continente australiano se hablará de Novísimo Mundo.



El paso del tiempo ha ido alejando de tal modo esta época de la presente que suele añadirse una cuarta edad, la Edad Contemporánea, que aunque no sólo no se aparte, sino que intensifica extraordinariamente la tendencia a la modernización, lo hace con características sensiblemente diferentes, fundamentalmente porque significa el momento de triunfo y desarrollo espectacular de las fuerzas económicas y sociales que durante la Edad Moderna se iban gestando lentamente: el capitalismo y la burguesía; y las entidades políticas que lo hacen de forma paralela: la nación y el Estado.



La disciplina historiográfica que la estudia se denomina Historia Moderna, y sus historiadores, "modernistas" (aunque no deben confundirse con los seguidores del modernismo, estilo artístico y literario, y movimiento religioso, de finales del siglo XIX y comienzos del siglo **)



Localización en el espacio [editar]En su tiempo se consideró que la Edad Moderna era una división del tiempo histórico de alcance mundial, pero hoy en día suele acusarse a esa perspectiva de eurocéntrica (ver Historia e Historiografía), con lo que su alcance se restringiría a la historia de la Civilización Occidental, o incluso únicamente de Europa. No obstante, hay que tener en cuenta que coincide con la Era de los Descubrimientos y el surgimiento de la primera economía-mundo.[1] Desde un punto de vista aún más restrictivo, únicamente en algunas monarquías de Europa Occidental se identificaría con el periodo y la formación social histórica que se denomina Antiguo Régimen.





Adán y Eva de Alberto Durero. El antropocentrismo humanista simboliza la modernidad en la Filosofía, la Ciencia y el Arte. No obstante, la paulatina imposición de nuevos criterios secularizados y pragmáticos en política y relaciones sociales no impidieron -sin duda utilizaron- los conflictos religiosos.

Localización en el tiempo [editar]La fecha de inicio más aceptada es la toma de Constantinopla por los turcos en el año 1453 -coincidente en el tiempo con la invención de la imprenta y el desarrollo del Humanismo y el Renacimiento, procesos a los que contribuyó por la llegada a Italia de exiliados bizantinos y textos clásicos griegos-, aunque también se han propuesto el Descubrimiento de América (1492) y la Reforma Protestante (1517) como hitos de partida.



En cuanto a su final, la historiografía anglosajona asume que estamos aún en la Edad Moderna (identificando al periodo XV al XVIII como Early Modern Times -temprana edad moderna- y considerando los siglos XIX y ** como el objeto central de estudio de la Modern History), mientras que las historiografías más influidas por la francesa denominan el periodo posterior a la Revolución Francesa (1789) como Edad Contemporánea. Como hito de separación también se han propuesto otros hechos: la independencia de los Estados Unidos (1776), la Guerra de Independencia Española (1808) o la Guerra de Independencia Hispanoamericana (1809-1824). Como suele suceder, estas fechas o hitos son meramente indicativos, ya que no hubo un paso brusco de las características de un período histórico a otro, sino una transición gradual y por etapas, aunque la coincidencia de cambios bruscos, violentos y decisivos en las décadas finales del siglo XVIII y primeras del XIX también permite hablar de la Era de la Revolución.[2] Es por eso que debe tomarse todas estas fechas con un criterio más bien pedagógico. La edad moderna transcurre más o menos desde mediados del siglo XV a finales del siglo XVIII.





De un mundo cultural bien distinto al de Durero, pero compartiendo la parte más profunda de los conceptos de belleza y humanidad (que atraviesan el espacio y el tiempo y fueron redescubiertos por artistas de lo que hoy llamamos arte moderno, como Picasso), uno de los Bronces de Benin del Museo del Louvre. Puede fecharse entre 1450 y 1550. No conocemos el nombre de su autor, al contrario que el de otros broncistas contemporáneos suyos, como Ghiberti o Benvenuto Cellini, porque la función social del artista era muy diferente en el África subsahariana y la Italia del Renacimiento.

Secuenciación [editar]La Edad Moderna suele secuenciarse por sus siglos, lo que puede ser arbitrario (y suele ser salvado con expeditivos siglos cortos o siglos largos, divididos según convenga), pero en general la historiografía ha caracterizado una sucesión cíclica, que algunos han querido identificar con ciclos económicos similares a los descritos por Clement Juglar y Nicolái Kondratiev, pero más amplios, con fases A de expansión y B de recesión secular.



Un siglo XVI que, tras la costosa recuperación de la Crisis de la Baja Edad Media, en economía presencia la Revolución de los Precios, coincidente con la Era de los Descubrimientos que permite una expansión europea ligada a ventajas tecnológicas y de organización social.[3] Pocos hechos cambiaron tanto la historia del mundo como la llegada de los españoles a América y la posterior Conquista y la apertura de las rutas oceánicas que castellanos y portugueses lograron en los años en torno a 1500. El choque cultural supuso el colapso de las civilizaciones precolombinas. Paulatinamente, el Atlántico gana protagonismo frente al Mediterráneo,[4] cuya cuenca presencia un reajuste de civilizaciones: si en la Edad Media se dividió entre un norte cristiano y un sur islámico (con una frontera que cruzaba Al Andalus, Sicilia y Tierra Santa), desde finales del siglo XV el eje se invierte, quedando el Mediterráneo Occidental, (incluyendo las ciudades costeras clave de África del Norte) hegemonizado por la Monarquía Hispánica (que desde 1580 incluía a Portugal), mientras que en Europa oriental el Imperio Otomano alcanza su máxima expansión. Las milenarias civilizaciones orientales (India, China y Japón), reciben en algunas ciudades costeras una presencia puntual portuguesa, (Goa, Ceilán, Malaca, Macao, Nagasaki misiones de San Francisco Javier), pero tras los primeros contactos se mantuvieron poco conectados o incluso ignoraron olímpicamente los cambios de Occidente; por el momento se lo podían permitir. Las islas de las especias (Indonesia) y Filipinas serán objeto de una dominación colonial europea más intensiva. Frente a la continuidad oriental, los cambios sociales se concentran en los vértices del llamado comercio triangular: notables en Europa (donde comienzan a diverger un noroeste burgués y un este y sur en proceso de refeudalización), y cataclísmicos en América (colonización) y África (esclavismo). El crecimiento de población en Europa probablemente no compensó el descenso en esos continentes, sobre todo en América, en que alcanzó proporciones catastróficas y ha sido considerado como el mayor desastre demográfico de la Historia Universal[5] (varios investigadores[6] han estimado que más del 90% de la población americana murió en el primer siglo posterior a la llegada de los europeos, representando entre 40 y 112 millones de personas)[7] . Las convulsiones políticas y militares son asimismo espectaculares. En la mítica Tombuctú, el Askia Mohamed I (1493-1528) produce el apogeo del Imperio Songhay, que entra en la órbita del Islam y decaerá en el periodo siguiente. Simultáneamente, el Renacimiento da paso a los enfrentamientos de la Reforma y las guerras de religión. La expansión ideológica de Europa se manifiesta en la difusión del cristianismo por todo el mundo, excepto en los Balcanes, donde retrocede frente al Islam, con el que también entra en contacto en Extremo Oriente, tras dar la vuelta al globo.





El Taj Mahal, prueba tanto de la pervivencia de civilizaciones distintas a la europea como de la gran comunicación que se había producido a nivel mundial: su bellísima armonía integra elementos hindúes, islámicos, turcos e incluso europeos (aunque la intervención de arquitectos italianos parece que se ha demostrado falsa)Un siglo XVII que presenció probablemente una crisis general (quizá provocada por la Pequeña Edad del Hielo) que se conoce como crisis del siglo XVII, que aparte del descenso de población (ciclos de hambres, guerras, epidemias) y del declive de la serie de precios o de la llegada de metales de América, fue muy desigual en la forma de afectar a los distintos países, incluso en Europa: catastrófica para la Monarquía Hispánica (crisis de 1640) y Alemania (Guerra de los Treinta Años), pero impulsora para Francia e Inglaterra una vez resueltos sus problemas internos (Fronda y Guerra Civil Inglesa). El Imperio Otomano pierde en la batalla de Viena su última oportunidad de expandirse frente a Europa, y comienza un lento declive, en parte en beneficio de una Polonia que enseguida pasará el relevo al gigantesco Imperio Ruso. En su frente oriental, resucita el Imperio Persa con la dinastía safávida que lleva a un breve apogeo el Sah Abbas I el Grande, que convierte a Isfahan en una de las ciudades más bellas del mundo. Al mismo tiempo, en la India, que mantiene la presencia colonial europea en la costa, se levanta un gran imperio continental del que es prueba el Taj Mahal de Sha Jahan y comienza a descomponerse con Aurangzeb. Todos estos movimientos tienen que ver con el vacío geoestratégico formado en el Asia Central, que los kanatos herederos de Horda de Oro son incapaces de ocupar. En China los intemporales ciclos dinásticos se renuevan con el acceso de la dinastía manchú: los Qing. Japón expulsó a los portugueses (no así a los holandeses) y se cerró en el relativo aislamiento del periodo Tokugawa, que incluyó el exterminio de los cristianos, pero que quizá salvó la civilización japonesa de la colonización y permitió un desarrollo endógeno que en el siglo XIX la hará irrumpir de golpe en la modernización. Los océanos presencian el declive del Imperio Español (que había llegado a su cúspide, temporalmente unido al portugués) en beneficio del holandés y el británico. Es la edad de oro de la piratería, que permite el efímero florecimiento de un modo de vida violento y excesivo, pero románticamente percibido como una utopía libre en el Caribe (isla de la Tortuga).





Los señores Andrews (1748) posan displicentemente para Thomas Gainsborough ante su campo de trigo. La revolución agrícola ya está en marcha, y la industrial la sigue. En Inglaterra, los comerciantes y financieros de la city londinense, la gentry rural y los primeros industriales fabriles no tienen idénticos intereses de clase, pero son claramente aspectos de una misma clase dominante, para la que quizá pueda valer el nombre burguesía (categorizado por Carlos Marx como la propietaria de los medios de producción), y que puede identificarse con más claridad si se observa a quién representa el Parlamento a través de las sucesivas reformas electorales que perfeccionan el sistema político de la Monarquía Parlamentaria; a excepción de la parte que no integrará: las Trece Colonias norteamericanas. Los campesinos desposeídos y desarraigados del campo por la política de cercamientos (enclosures) y las leyes de pobres (poor laws) están alimentando el proletariado de las ciudades industriales. Enseguida se convertirá en el taller del mundo, cuyos océanos gobierna (Rule, Britannia). El continente europeo seguirá sus pasos en cuanto se deshaga de las estructuras del Antiguo Régimen.Un siglo XVIII que comienza con lo que Paul Hazard definió como crisis de la conciencia europea (1680-1715), que abre paso a la Revolución científica newtoniana, la Ilustración, la Crisis del Antiguo Régimen y la que propiamente puede llamarse Era de las Revoluciones, cuyo triple aspecto se categoriza como la Revolución Industrial (en el desarrollo de las fuerzas productivas, lo tecnológico y lo económico incluyendo el triunfo del capitalismo), la Revolución burguesa (en lo social, con la conversión de la burguesía en nueva clase dominante y la aparición de su nuevo antagonista: el proletariado) y la Revolución liberal (en lo político-ideológico, de la que forman parte la Revolución francesa y las revoluciones de independencia americanas). El desarrollo de esos procesos, que pueden considerarse como consecuencias lógicas de los cambios desarrollados desde el fin de la Edad Media, pondrán fin a la Edad Moderna. En Europa se encuentra de nuevo en ascenso demográfico, que se convierte esta vez en el comienzo de la transición demográfica, superadas las mortalidades catastróficas: la última peste negra en Europa Occidental (Marsella, 1720) se vence con la inesperada ayuda del rattus norvegicus, que sustituye biológicamente a la pestífera rata negra;[8] y con la vacuna de Jenner se obtiene la primera herramienta científica para el tratamiento de epidemias. En cuanto al hambre, no desaparece, de hecho el siglo presencia numerosos motines de subsistencia (que en Inglaterra anteceden al nuevo tipo de protesta, ligado al naciente proletariado industrial)[9] , pero que en las zonas que desarrollan precozmente una agricultura capitalista y un sistema de transportes modernizado pueden salvarse (en Inglaterra, Francia y Holanda el sistema de canales fluviales antecede en un siglo al trazado del ferrocarril). En otras continuó habiendo hasta bien entrado el XIX, como España (hambruna de 1812, cuando se recurrió al consumo masivo de la tóxica almorta, que por las mismas fechas también fue detectado por los ingleses en la India)[10] o Irlanda (monocultivo de la patata que llevará al hambruna irlandesa de 1845 y a la emigración masiva). El equilibrio europeo iniciado en el Tratado de Westfalia (1648) se recompone en el de Utrecht (1714) y se mantiene no sin conflictos (varios de ellos llamados Guerra de Sucesión), con hegemonía continental para Francia (vinculada a España por los Pactos de Familia de la dinastía Borbón) y hegemonía marítima para Inglaterra, certificada más tarde en Trafalgar (1805). Las exploraciones de James Cook y la ocupación de Oceanía cierran la era los descubrimientos geográficos (a la espera de las expediciones polares). La integración mundial avanza y surgen las primeras guerras mundiales en el sentido de que los imperios coloniales europeos se reparten territorios distantes (India, Canadá) al tiempo que se dirimen otros repartos en Europa (como el de Polonia). Las posesiones europeas llegan a su máxima expansión en América en vísperas de la Independencia de Estados Unidos (1776) y de la Emancipación Hispanoamericana (1808-1824), anticipada por la Revolución de los Comuneros en 1737 y la rebelión de Tupac Amaru en 1780. Para recoger el testigo de la sumisión colonial, África y Extremo Oriente habrán de esperar al siglo XIX, pero en el Asia Central se asiste a una carrera por la ocupación de un espacio geoestratégicamente vacío entre Rusia y China. Simultáneamente, en el Pacífico norteamericano la emprenden Rusia, Inglaterra y España, mientras la colonización de Australia es iniciada por Inglaterra sin apenas oposición.





Caracterización [editar]El carácter más trascendental que trae la Edad Moderna es, sin duda, lo que Ruggiero Romano y Alberto Tenenti denominan «la primera unidad del mundo»:



En 1531, al abrirse la nueva Bolsa de Amberes, una inscripción advertía que era in usum negotiatorum cuiuscumque nationis ac linguae: para uso de los hombres de negocios de cualquier nación y lengua. Es en un hecho como éste y en muchos otros de naturaleza semejante, más aún que en los aspectos externos del gigantismo político o económico, donde nos parece que debe buscarse el sentido profundo del período... Ahora se crea una primera unidad del mundo: las técnicas circulan velozmente; los productos y los tipos de alimentación se difunden; la cocina española, el trigo, el carnero, los bovinos se introducen en América; a más o menos largo plazo, el maíz, la patata, el chocolate, los pavos llegan a Europa. En los Balcanes, las pesadas confituras turcas van penetrando lentamente; las bebidas turcas -o la manera turca de prepararlas- se consolidan. Por todas partes, los paisajes cambian: los templos de las religiones de la América precolombina son sustituidos por iglesias católicas, y en las encrucijadas de los caminos de América se levantan ahora cruces; en los Ba1canes, los alminares se alzan al lado de las iglesias ortodoxas. Intercambios de técnicas, de culturas, de civilizaciones, de formas artísticas: la rueda -desconocida en América- se introduce en el nuevo mundo; los pintores italianos llegan a las cortes de los sultanes (así, Gentile Bellini termina, en 1480, el finísimo retrato de Mohamed el Conquistador). Una vasta economía mundial extiende sus hilos alrededor del globo: el camino de las monedas del imperio español, los famosos «reales de a ocho», acuñadas en las casas de moneda americanas, se hace cada vez más largo y, tras el viaje tras atlántico, llegan en pequeñas o grandes etapas hasta el Extremo Oriente, para ser cambiadas por especias, sedas, porcelanas, perlas ... El trigo del Báltico llega hasta la región atlántica de la Península Ibérica, y hacia 1590 entrará masivamente hasta el Mediterráneo; el azúcar, de las islas atlánticas o del Brasil, empieza a llegar en grandes cantidades a los mercados europeos; se democratizan algunos productos -como la pimienta- considerados hasta entonces de lujo o, por lo menos, privilegiados. La modernidad de esta época, en torno a la cual generaciones enteras de historiadores han discutido para captar su presencia en mil aspectos, en mil ideas, se afirma, precisamente, en esta primera unidad del mundo. Pero ésta es aún demasiado frágil: si las líneas de navegación enlazan ya con gran regularidad los distintos continentes, la piratería o las dificultades técnicas de la navegación rompen aquella regularidad; si los sueños imperiales -y unificadores- de un Carlos V parecen, por momentos, hacerse realidad a la luz de las victorias, se desvanecen muy fácilmente en la tristeza de las derrotas… y en las grandes escisiones internas que aparecen en Europa en el plano religioso, o en los gérmenes de …la conciencia nacional que ahora empieza a desarrollarse.[11]





El real de plata, o peso duro (éste acuñado en las míticas minas de Potosí en 1768) fue el antepasado del dólar americano (cuyo símbolo deriva de la columna rodeada por la cartela "Plus Ultra", a su vez un lema muy apropiado, por lo expansivo), y cumplía una función similar en la economía mundial.

Escultura azteca que representa a un hombre portando el fruto del cacao. Alimento de los dioses (se tradujo Teobroma como nombre científico), fue usado como moneda en época precolombina. Su consumo fue rápidamente adoptado en Europa, como el del tabaco; más lenta fue la incorporación de cultivos, como el del maíz, el tomate o la patata. Museo Nacional de Antropología e Historia de México.

Don Quijote carga contra el rebaño de ovejas. El equilibrio de la ganadería ovina con la agricultura cerealista y con la industria textil no fue sólo un asunto vital para una Castilla dominada por la Mesta y para sus clientes en Flandes, verdadera metrópolis comercial de sus materias primas (lana y metales preciosos), sino también para América, donde sin exagerar mucho puede decirse que las ovejas se comieron a los hombres. Esta expresión se aplicó también en Inglaterra, que desde un paisaje similar al castellano en la Baja Edad Media optó por el desarrollo agrícola e industrial.

La pimienta, objeto de lujo en la Edad Media, provocó la codicia comercial que empujó a la búsqueda de las rutas hacia las Islas de las Especias. Carlo Cipolla, en Allegro ma non tropo, desarrolló en clave irónica una interpretación de la Historia moderna basada en ello.Elemento consustancial a la Edad Moderna (especialmente en Europa, primer motor de los cambios) es su carácter transformador, paulatino, dubitativo incluso, pero decisivo, de las estructuras económicas, sociales, políticas e ideológicas propias de la Edad Media. Al contrario de lo que ocurrirá con los cambios revolucionarios propios de la Edad Contemporánea, en que la dinámica histórica se acelera extraordinariamente, en la Edad Moderna la inercia del pasado y el ritmo de los cambios son lentos, propios de los fenómenos de larga duración. Como se indica arriba, no hubo un paso brusco de la Edad Media a la época moderna, sino una transición. Los principales fenómenos históricos asociados a la Modernidad (capitalismo, humanismo, estados nacionales, etcétera) venían preparándose desde mucho antes, aunque fue en el paso de los siglos XV a XVI en donde confluyeron para crear una etapa histórica nueva.



Estos cambios se produjeron simultáneamente en varias áreas distintas que se retroalimentaban: en lo económico con el desarrollo del capitalismo; en lo político con el surgimiento de estados nacionales y de los primeros imperios ultramarinos; en lo bélico con los cambios en la estrategia militar derivados del uso de la pólvora; en lo artístico con el Renacimiento, en lo religioso con la Reforma Protestante; en lo filosófico con el Humanismo, el surgimiento de una filosofías secular que reemplazó a la Escolástica medieval y proporcionó un nuevo concepto del hombre y la sociedad; en lo científico con el abandono del magister dixit y el desarrollo de la investigación empírica de la ciencia moderna, que a la larga se interconectará con la tecnología de la Revolución Industrial. Ya para el siglo XVII, estos fuerzas disolventes habían cambiado la faz de Europa, sobre todo en su parte noroccidental, aunque estaban aún muy lejos de relegar a los actores sociales tradicionales de la Edad Media (el clero y la nobleza) al papel de meros comparsas de los nuevos protagonistas: el Estado moderno, y la burguesía.



Desde una perspectiva materialista, se entiende que este proceso de transformación empezó con el desarrollo de las fuerzas productivas, en un contexto de aumento de la población (con altibajos, desigual en cada continente y aún sometica a la mortalidad catastrófica propia del el Antiguo Régimen demográfico, por lo que no puede compararse a la explosión demográfica de la Edad Contemporánea). Se produce el paso de una economía abrumadoramente agraria y rural, base de un sistema social y político feudal, a otra que sin dejar de serlo mayoritariamente, añadía una nueva dimensión comercial y urbana, base de un sistema político que se va articulando en estados-nación (la monarquía en sus variantes autoritaria, absoluta y en algunos casos parlamentaria); cambio cuyo inicio puede detectarse desde fechas tan tempranas como las de la llamada revolución del siglo XII y que se precipitó con la crisis del siglo XIV, cuando se abre la transición del feudalismo al capitalismo que no se cerrará hasta el siglo XIX.[12]



El nuevo actor social que aparece y al que pueden asociarse los nuevos valores ideológicos (el individualismo, el trabajo, el mercado, el progreso ...) fue la burguesía. No obstante, el predominio social de clero y nobleza no es discutido seriamente durante la mayor parte de la Edad, y los valores tradicionales (el honor y la fama de los nobles, la pobreza, obediencia y castidad de los votos monásticos) son los que se imponen como ideología dominante, que justifica la persistencia de una sociedad estamental. Hay historiadores que niegan incluso que la categoría social de clase (definida con criterios económicos) sea aplicable a la sociedad de la Edad Moderna, que prefieren definir como una sociedad de órdenes (definida por el prestigio y las relaciones clientelares).[13] Pero desde una perspectiva más amplia, considerando el periodo en su conjunto, es innegable que poderosas fuerzas, aquéllas en que se basan esos nuevos valores, estaban en conflicto y chocaron, a la velocidad de los continentes, con las grandes estructuras históricas propias de la Edad Media (la Iglesia Católica, el Imperio, los feudos, la servidumbre, el privilegio) y otras que se expandieron durante la Edad Moderna, como la colonia, la esclavitud y el racismo eurocentrista. La Era de las Revoluciones fue un cataclismo final que no se produjo sino cuando se hubo concentrado una energía suficiente.



Mientras este conflicto secular se desarrollaba en Europa, la totalidad del mundo, conscientemente o no, fue afectada por la expansión europea. Como se ha visto en Secuenciación, para el mundo extraeuropeo la Edad Moderna significa la irrupción de Europa, en mayor o menor medida según el continente y la civilización, a excepción de una vieja conocida, la islámica, cuyo campeón, el Imperio Turco, se mantuvo durante todo el periodo como su rival geoestratégico. Para América la Edad Moderna significa tanto la irrupción de Europa como la gesta de la independencia que dio origen a los nuevos estados nacionales americanos.





Fachada de la Basílica de San Pedro, Roma. La inscripción del friso es curiosa: se hizo en honor del Príncipe de los Apóstoles, Paolo Borghese, Romano Pontífice Máximo. Año 1612, séptimo de su pontificado. Es notable vanidad la que supone enaltecer el apellido familiar junto al nombre que adoptó como papa (Pablo V tenía como nombre Camilo Borghese), y apropiarse de un monumento que llevaba cien años construyéndose por iniciativa de muchos papas. Curiosamente, las tres palabras que quedan sobre la entrada resumen (sin duda involuntariamente) las claves de la Edad Moderna: PAVLVS BVRGHESIVS ROMANVS, la herencia clásica (greco-romana), el cristianismo expansivo de Pablo de Tarso (el judío apóstol de los gentiles) y la enigmática presencia, central, de la burguesía. Sin embargo, nada más antiburgués que la aristocrática familia Borghese en el epicentro del clero católico.

Los Síndicos del Gremio de los Pañeros, Rembrandt, 1662. La burguesía holandesa, tras la Revuelta de Flandes, se ha convertido por primera vez en la historia en la clase dominante a cuyos intereses sirve un estado de dimensiones nacionales. Esto es excepcional no solo en el mundo sino en Europa, donde incluso Inglaterra, en plena Restauración, aún no ha solucionado sus conflictos sociales y políticos, mientras que en el resto triunfa el Antiguo Régimen en mayor o menor medida.

El papel de la burguesía [editar]Los burgueses, nombre que se dio en la edad media europea a los habitantes de los burgos (los barrios nuevos de las ciudades en expansión), tienen una posición ambigua en la Edad Moderna. Una visión lineal, que tome como punto de llegada la Revolución Burguesa, les buscará emplazándose a sí mismos fuera del sistema feudal, como hombres libres que, en Europa, se hicieron poderosos gracias a la creación de redes comerciales que la abarcaban de norte a sur. Ciudades que habían conseguido una existencia libre entre el imperio y el papado, como Venecia y Génova, crearon verdaderos imperios comerciales. Por su parte, la Hansa dominó la vida económica del Mar Báltico hasta el siglo XVIII. Las ciudades eran islas en el océano feudal, pero el que la burguesía fuera realmente un disolvente del feudalismo, o más bien un testimonio de su dinamismo, al crecer con el excedente que los señores extraen en sus feudos, es un tema que ha discutido extensamente la historiografía.[14] El mismo papel de la ciudad europea durante la Edad Moderna puede considerarse un proceso de larga duración dentro del milenario proceso de urbanización: la creación de una red urbana, preparación necesaria para el cumplimiento de las funciones sociales del mundo industrial moderno. A la línea de meta llegaron con ventaja metrópolis como Londres y París en el siglo XVIII; por el camino quedaron rezagadas, sin capacidad de articular una economía nacional de dimensiones suficientes para el despegue industrial, Lisboa, Sevilla, Madrid, Nápoles, Roma, Viena... y jugando en otra división (no de tamaño, sino funcional) México, Moscú o San Petesburgo, Estambul, Alejandría, El Cairo, Pekin...[15]



Aunque la diferencia de posición económica era enorme entre alta burguesía, baja burguesía y plebe empobrecida, no lo estaba en muchos extremos por su condición social: todas eran pueblo llano. La diferenciación entre burguesía y campesinado es aún más significativa, pues fuera de las ciudades es donde vivía la inmensa mayoría de la población, dedicándose a actividades agropecuarias de muy escasa productividad, lo que las condenaba a la invisibilidad histórica: la producción documental, que florece de forma extraordinaria en la Edad Moderna (no sólo con la imprenta, sino con la fiebre burocrática del estado y de los particulares: registros económicos, protocolos notariales...) es esencialmente urbana. Los fondos de los archivos europeos empiezan ya a competir en densidad de fuentes documentales con enorme ventaja frente a los chinos, de milenaria continuidad.



También puede verse a la burguesía como un aliado del absolutismo, o como un agregado social sin verdadera conciencia de clase, cuyos individuos prefieren la "traición" que les permite el ennoblecimiento por compra o matrimonio, sobre todo cuando la ideología dominante persigue el lucro y santifica la renta de la tierra.[16] . Su papel como agente revolucionario había ocasionado las revueltas populares urbanas de la Edad Media, y continuará vivo pero errático en las de la Edad Moderna, algunas teñidas de ideología religiosa, otras de revuelta antifiscal o incluso de motines de subsistencia.[17]



En otros continentes, la caracterización social de una clase definida por su actividad urbana, su identificación con el capital y la condición de no privilegiada, es mucho más problemática. No obstante, se ha aplicado el término en Japón, cuya formación económico social ha sido asimilada al feudalismo, y con muchas más dificultades en China, aunque las interpretaciones de su historia están muy vinculadas a posiciones ideológicas.



El mundo islámico tenía desde sus orígenes una fuerte componente comercial, con un desarrollo impresionante de las rutas a larga distancia (navieras y caravaneras), y una artesanía superior a la europea en muchos aspectos, pero el desarrollo de las fuerzas productivas demostró ser menos dinámico, y con éstas la dinámica social. Los mercaderes árabes o el zoco, sin dejar de ser bullicioso y reflejar el descontento popular en periodos de crisis, no estuvieron nunca en condiciones de significar un desafío a las estructuras.



América fue desde el comienzo de su colonización una tierra de promisión donde hacer experimentos de ingeniería social. Las reducciones jesuíticas o los peregrinos del Mayflower son casos extremos, siendo el fenómeno más importante la ciudad colonial hispánica, con su urbanismo trazado a cordel a partir de una amplia Plaza Mayor sobre tierras vírgenes o ciudades precolombinas, a veces incluso convirtiéndose en ciudad peregrina, cambiando su emplazamiento por terremotos o condiciones sanitarias. Es posible encontrar la formación de una burguesía en América durante la Edad Moderna, en las colonias británicas del norte, y en los criollos hispanoamericanos, que impulsarán los procesos de independencia y contribuirán decisivamente al final del Antiguo Régimen y la plasmación de los valores de la Edad Contemporánea.



Las exploraciones patrocinadas por las monarquías europeas (en Portugal, el caso precoz de Enrique el Navegante), y protagonizadas por personajes como Cristóbal Colón, Juan Caboto, Vasco de Gama o Hernando de Magallanes, se aventuraron en mares desconocidos y llegaron a tierras que eran desconocidas por los europeos, aprovechando una serie de mejoras náuticas: la brújula y la carabela. La relación que el espíritu individualista y la búsqueda la fama pudieran tener con los valores burgueses no es tan clara: no supone ninguna novedad desde tiempos de Marco Polo y tiene posiblemente más relación con el espíritu caballeresco y los valores nobiliarios de la baja edad media.[18] Aprovechando sus descubrimientos, España, Portugal y Holanda primero, y Francia e Inglaterra después, construyeron imperios coloniales, cuyas riquezas, sobre todo la extracción de oro y plata de América, estimularon aún más la acumulación de capital y el desarrollo de la industria y el comercio, aunque a veces más fuera del propio país que dentro, como fue el caso de la castellana, que sufrió las consecuencias de la Revolución de los Precios y una política económica, el mercantilismo paternalista que busca más la protección del consumidor (y de los privilegiados) que la del productor.



Fuera de Inglaterra y Holanda, en el siglo XVII, la burguesía tenía un poder económico relativo, y ningún poder político. No sería propio decir que llegó a sus manos ni siquiera cuando reyes como Luis XIV empezaron a llamar a burgueses como ministros de estado, en vez de la vieja aristocracia.





El Sultán del Imperio Otomano Solimán el magnífico, vencedor de la batalla de Mohacs (1526), tras la que ocupa Hungría y sitia Viena. Los soldados que le sirven de guardia son los temibles jenízaros. Su expansión militar y territorial le convirtieron en un monarca tan poderoso como pudiera serlo Carlos V, y con un control interno sobre sus dominios no menor en cuanto a supremacía. No obstante, su sistema político no es comparable con la monarquías autoritarias de la Europa Occidental, que están en una dinámica muy diferente.

El papa Paulo III reconcilia a Francisco I de Francia con Carlos V (Tregua de Niza, 1538), en un cuadro de Sebastiano Ricci (1688). La enemistad de los dos soberanos resultó en el inicio de un siglo de hegemonía de la Monarquía Católica, pero también en la imposibilidad de una restauración del Sacro Imperio Romano. El poder papal, desafiado por la Reforma, subsistirá.

La Familia de Felipe V, de Michel van Loo, nos recibe en estudiada pose en un ambiente barroco. La imagen sirvió como comunicación familiar con los Borbón de Francia. El pacto de familia que mantuvieron ambas ramas de la dinastía hasta la ejecución de Luis XVI demuestra cómo los intereses nacionales (de unas naciones aún no construidas) se postergaban ante los dinásticos. Territorios y súbditos podían intercambiarse por un tratado sin consultar a nadie más que a su soberano. Algún rey prefería perder sus estados antes que gobernar sobre herejes (Felipe II de España) mientras que otro compraba París por el buen precio de una misa (Enrique IV de Francia).

El emperador chino Kangxi, cuyo reinado, de 1662 a 1722 fue comparable en duración al de Luis XIV de Francia, aunque indiscutiblemente, China era mucho más poderosa y extensa. La existencia de las potencias europeas ya no podía ser ignorada, y se vio forzado a mantener un equilibrio fronterizo con Rusia en Asia Central y a frustrar las pretensiones proselitistas del papado. La formación económico social china no podrá sostener la presión expansiva de Europa en el siglo siguiente.

El poder de los reyes [editar]En Europa Occidental, desde finales de la Edad Media algunas monarquías tienden a la formación de lo que a finales de la Edad Moderna podrá identificarse como estados nacionales, en espacios geográficamente definidos y con mercados unificados de una dimensión adecuada para la modernización económica. Sin llegar a los extremos del nacionalismo del siglo XIX y **, la identificación de algunas monarquías con un carácter nacional se hace evidente, y se buscan y exageran esos rasgos, que pueden ser las leyes y costumbres tradicionales, la religión o la lengua. En ese sentido van la reivindicación de la lengua vernácula para la corte de Inglaterra (que durante toda la Edad Media hablaba el francés) o la argumentación de Nebrija a los Reyes Católicos en su Gramática Castellana de que, deben imitar a Roma y al latín porque la lengua va con el imperio (originándose una serie de orgullosas defensas del español en actos diplomáticos).[19]



Este proceso no fue ni continuo ni sin altibajos, y no estaba claro en sus comienzos si iba a triunfar la Idea Imperial de Carlos V, el mosaico multinacional dinástico de los Habsburgo o la expansión europea del Imperio Otomano. Si en el siglo XVIII parecían fuertemente establecidos los actuales Estados de España, Portugal, Francia, Inglaterra, Suecia, Holanda o Dinamarca, nadie podía haber previsto el destino de Polonia, repartido entre sus vecinos. Los intereses dinásticos de las monarquías eran cambiantes y produjeron a lo largo de la Edad Moderna inacabables intercambios de territorios, por razones bélicas, matrimoniales, sucesorias y diplomáticas, que hacían que las fronteras fueran cambiantes, y con ellas los súbditos.



El aumento del poder de los reyes se centró en tres direcciones: eliminación de todo contrapoder dentro del Estado, expansión y simplificación de las fronteras políticas (el concepto de fronteras naturales) en competencia con los demás reyes, y eliminación de estructuras feudales supranacionales (las dos espadas: el Papa y el Emperador).



Las monarquías autoritarias intentaron liquidar a toda posible oposición. En el siglo XVI aprovecharon la Reforma Protestante para separarse de la Iglesia Católica (principados alemanes y monarquías escandinavas) o bien para identificarse con ella (la monarquía del Rey Cristianísmo de Francia o la del Rey Católico de España), aunque no sin conflictos (como prueba las polémicas en torno al regalismo, o el galicanismo). La monarquía inglesa del Defensor de la Fe (Enrique VIII, María Tudor e Isabel I) intentó alternativamente una u otra opción para decantarse finalmente por una salida intermedia entre ambas (el anglicanismo). Los reyes intentaron imponer la unidad religiosa a sus súbditos: en España los Reyes Católicos expulsaron a los judíos y Felipe III a los moriscos, en Inglaterra el anglicano Enrique VIII persiguió a los católicos, y en Francia Richelieu persiguió a los protestantes. El principio cuius regio eius religio (la religión del rey ha de ser la religión del súbdito) fue el director de las relaciones internacionales desde la Dieta de Augsburgo, aunque no consiguió evitar las guerras de religión hasta la firma de los Tratados de Westfalia (1648).



Otro frente de batalla fue la nobleza, que en ocasiones se resiste al aumento del poder real, como en la Guerra de las Comunidades de Castilla (1521), la Fronda francesa de 1648, o las conspiraciones con ocasión de la crisis de 1640 contra el Conde-Duque de Olivares en distintos puntos de la Monarquía Hispánica. No debe interpretarse esto como una identificación de los intereses de clase de la burguesía y la monarquía, que puede apoyarse en ella, sabiendo que es su principal fuente de ingresos, pero, al menos en las zonas en que puede hablarse de sociedades de Antiguo Régimen, se identifica mucho más claramente con los intereses de la clase dominante: los privilegiados (nobleza y clero). En esas mismas ocasiones las revueltas también mostraron un componente de particularismo regional que se opone a la centralización, la resistencia de instituciones que pueden funcionar como contrapeso a la corona (Parlamentos judiciales o legislativos), o un carácter antifiscal. En el caso más favorable al poder real, el francés, resultó en una monarquía absoluta identificada con eln estado unitario y centralizado. Mientras tanto, primero en Holanda (tras su independencia) y luego en Inglaterra (tras la Guerra Civil Inglesa) se experimenta el funcionamiento de la monarquía parlamentaria en respuesta a otra formación económico social.



En lo externo, los imperios europeos buscaron ampliar sus horizontes territoriales. España se construyó un Imperio en América. Portugal y Holanda fundaron factorías, núcleos de futuras ciudades, en diversos puntos costeros diseminados por todo el mapa terrestre. Francia e Inglaterra intentaron entrar en la India, al tiempo que fundaban colonias en lo que después serán Estados Unidos y Canadá. La pugna por el complejo mapa de político europeo fue incesante, desgastando las energías sociales extraídas a través de los impuestos en cruentas conflagraciones cuyo fin podía ser el predominio dinástico, religioso o el mantenimiento o la discusión de la hegemonía continental, en la que se sucedieron España y Francia, con la irrupción local de potencias locales (Dinamarca, Suecia, Polonia...). Los escenarios de las conflagraciones europeas fueron preferentemente los atomizados espacios políticos de la península italiana y centroeuropa, surgiendo en ésta las potencias rivales de Austria y Prusia, cuyo futuro no se dilucidará hasta bien entrada la Edad Contemporánea.



Frente a todo esto, las viejas estructuras supranacionales medievales hicieron crisis. La Iglesia Católica fue incapaz de mantener unida a Europa bajo su dominio aunque los Estados Pontificios subsistieron con una influencia incomparablemente superior a su peso temporal, y el Sacro Imperio Romano Germánico, después del frustrado intento por restaurarlo de Carlos V, fue prácticamente desmantelado por el Tratado de Westfalia de 1648. El Imperio siguió existiendo teóricamente hasta 1806, pero en los hechos no era más que una presencia nominal en el mapa internacional, sin poder efectivo.





El regicidio del inca Atahualpa, tal como la dibujó Felipe Guaman Poma de Ayala, en su Nueva Crónica y Buen Gobierno, un excepcional documento de la visión indígena de la Conquista de América, descubierto en 1908

El rey don Sebastián I de Portugal, que a pesar de haber muerto en Alcazarquivir, junto a otros dos reyes (estos musulmanes), "reapareció" en la figura de un pastelero de Madrigal y permaneció siempre vivo y eternamente joven en el imaginario popular, como los héroes homéricos o el Che Guevara en el siglo ** (sin olvidarnos de héroes populares como Elvis Presley, Marilyn Monroe, James Dean, Jim Morrison o John Lennon).

El Rey ha muerto, ¡Viva el Rey! [editar]Esta fórmula, que garantizaba la continuidad de la monarquía hereditaria, es también un reflejo de los límites del Estado que se pretende construir por una monarquía con aspiraciones absolutistas.[20] En todas las civilizaciones, el momento de la muerte de los reyes (o su agonía, o su falta de sucesión) ha dado históricamente origen a problemas sucesorios, e incluso guerras.



La posibilidad de dar muerte al rey era un hecho todavía más grave, y la lesa majestad sancionada con la peor de las condenas (el suplicio de los regicidas como Ravaillac era particularmente doloroso). La mera consideración de ese argumento en la ficción garantizaba el interés de las truculentas tragedias de Shakespeare, en las que el usurpador encuentra su merecido castigo (Hamlet o Macbeth) sobre todo en la corte de Isabel I de Inglaterra, siempre vigilante contra reales o imaginarias conspiraciones contra su vida.



En la mayor parte de las culturas, dar muerte al rey estaba reservado como mucho a los enfrentamientos caballerescos con otro rey en el campo de batalla (por ejemplo, a pesar de algunos detalles ruines, el fratricidio de Enrique de Trastamara sobre Pedro I el cruel), cosa que en la Edad Moderna raramente se producía pues no solían arriesgarse (la muerte de Enrique II de Francia en un torneo entra dentro de los accidentes deportivos, y el apresamiento en la batalla de Pavía de Francisco I, que se quejaba de que Carlos V no entrara en liza personalmente con él, es algo excepcional). Por eso impactó tanto a toda Europa la temprana muerte de Sebastián I de Portugal en la batalla de Alcazarquivir. Este hecho además, estuvo en el origen de la decadencia portuguesa (el ejército quedó destruido y su tío Felipe II se impuso como heredero incorporando el reino a la Monarquía Hispánica, que desperdició lo mejor de la flota en la Armada Invencible y enfrentó el imperio colonial a la rapiña de sus enemigos ingleses y holandeses). También fue el origen de un curiosísimo movimiento social, el sebastianismo, muy popular entre los campesinos y clases bajas, que reivindicaba su presencia oculta y su mesiánica vuelta. Un movimiento idéntico tuvo lugar en Rusia, donde periódicamente aparecían falsos Dimitris reclamando ser el zarevitch heredero de Iván el Terrible. Estos movimientos (similares a otros movimientos milenaristas o mesiánicos, como los asociados al imán oculto en la religión islámica) acogían todo tipo de reivindicaciones populares que aprovechaban la oportunidad de expresarse en asociación con un concepto idealizado de la monarquía paternalista. Era difícil concebir que de la sagrada figura de un rey pudiera venir algo malo. Todo mal se atribuye a los malos consejeros, o al secuestro de la voluntad del rey (la leyenda de La máscara de hierro). Los validos son las figuras más odiadas. En la Edad Moderna la discrepancia más atrevida solía ser el grito Viva el rey y muera el mal gobierno. En otras civilizaciones, se opta por separar radicalmente la figura del gobernante de derecho, que pasa a ser una figura únicamente decorativa (el Califa en el Islam y el Emperador en Japón) y el gobernante de hecho, que pasa también a ser hereditario y solemnizarse (el Sultán otomano o el Shogun en Japón)



Lo que es una gran novedad de la Europa de la Edad Moderna es convertir la muerte del rey en algo teorizable, entroncándolo con la Antigüedad clásica. El tiranicidio se justificó por el Padre Mariana, de la Escuela de Salamanca, en un libro[21] que dedicó a la instrucción del futuro Felipe III, y que fue ampliamente divulgado más fuera que dentro de España, utilizándose sus argumentos en la justificación de la rebelión de los Países Bajos y más adelante incluso, en las dos grandes revoluciones del siglo XVIII (americana y francesa), que siempre pusieron buen cuidado de legitimarse por oposición a la pérdida de legitimidad del rey contra el que se rebelan, de una manera no tan distinta a como vasallos y señores feudales se aplicaban recíprocamente el concepto de felonía. En el himno de Holanda, Guillermo de Orange dice: "al rey de España siempre honré" - Den Koning van Hispanje/ Heb ik altijd geëerd, y los revolucionarios americanos dedican toda la primera parte de su Declaración de Independencia a convencer al mundo de que no les queda otra salida.



El respeto sacral que a la figura de los reyes se guardaba en Europa no se aplicaba por los conquistadores a los caciques, reyes o emperadores americanos, todos ellos considerados por los europeos como «indígenas paganos», cuya soberanía podía ser discutida sólo con que se negaran a atender el Requerimiento. Así no hubo mayor inconveniente en extorsionar, torturar y matar a Hatuey, Atahualpa y Moctezuma (menos aún en sofocar las revueltas posteriores a la conquista, incluso en fechas tan tardías como la de Tupac Amaru, que enlaza ya con los gritos de la independencia americana). Pero andando el tiempo también el viejo continente presenció algunos regicidios notables, como los de Guillermo de Orange, Enrique III y Enrique IV de Francia, a manos de fanáticos, y los judiciales de María Estuardo y Carlos I de Inglaterra. Cuando la guillotina caiga sobre Luis XVI, la Edad Moderna ya habrá terminado, comprobándose que la sangre azul es igual que cualquier otra.



En América las revoluciones independentistas que comenzaron en 1776 con la sublevación de las trece colonias británicas que dieron origen a los Estados Unidos y se extendió con la Guerra de Independencia Hispanoamericana (1809-1824), que dieron origen a las primeras naciones latinoamericanas, fusionaron la idea de independencia con la oposición radical a la monarquía y el derecho al regicidio. El resultado fue la aparición de una cantidad de repúblicas sin precedente en la Historia Universal.





El condottiero Bartolomeo Colleoni, con gesto adusto contempla Venecia desde su caballo en el famoso bronce de Verrocchio. Los ejércitos mercenarios, verdaderas empresas dirigidas con criterios protocapitalistas, se alquilaban al mejor postor en la Italia del Renacimiento. La caballería medieval quedaba para los ejercicios literarios.

Guerrero japonés fotografiado por Felice Beato en la década de 1860. Tras una primera apertura, que incluyó la evangelización hispano-portuguesa, Japón se cerró a todo tipo de contactos con los extranjeros en 1641 con la política sakoku (con la mínima excepción de la importación de libros y el consentimiento de intercambios con los holandeses de la isla artificial de Dejima), y siguió considerando las armas de fuego como bárbaras y primitivas, prefiriendo las tradicionales del samurai hasta la revolución Meiji del siglo XIX.

La rendición de Breda o Las Lanzas, de Velázquez, 1636. Uno de los episodios gloriosos que se celebraban en el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro de Madrid,[22] . Los tercios de Ambrosio de Spínola, que exhiben enhiestas sus picas, consiguieron desalojar de la plaza fortificada que se adivina humeante al fondo, a las tropas holandesas de Justino de Nassau, en uno de los últimos triunfos de las armas españolas, abocadas al fin de su hegemonía.

Maqueta de la Citadelle de Lille (1667). Louis Le Grand la voulut, Vauban la dessina, Simon Vollant l'édifia (Luis XIV la quiso, Vauban la diseñó y Simon Vollant la edificó). Uno de los ejemplos más acabados de las fortificaciones contra la artillería, que superaban el concepto medieval de muralla (fosos y muros almenados que rodeaban una ciudad, con cubos o torres a intervalos regulares) por una ingeniosa geometría (que comenzó llamándose "traza italiana") a la que se añadían baluartes avanzados y contramedidas para las minas que excavaban los zapadores asaltantes.

Revolución militar [editar]También el arte militar experimentó profundos cambios, que fueron correlativos a los políticos que se vivían en ese tiempo. La introducción de las armas de fuego marcó el final de la época de los caballeros feudales, y el inicio del predominio de la infantería. Aunque los primeros usos de la pólvora fueron en China, su empleo militar fue fundamentalmente europeo durante la Edad Moderna. El código del honor del caballero medieval veía las armas de fuego como un insulto a la valentía, que permitía abatir al mejor caballero por el más ruin villano mercenario, pero su aceptación, desarrollo y sofisticación en Europa es una de las claves de su expansión durante la Edad Moderna. Los cambios sociales que produjo en su interior terminarion, paradójicamente, incluyendo su uso en los duelos por honor.



Ya la Guerra de los Cien Años había supuesto una humillación de la nobleza francesa frente a los arqueros ingleses, pero fue la artillería, que se experimentó en las últimas fases de la Reconquista (parece ser que los defensores musulmanes la usaron en la toma de Niebla en el siglo XIII, y los cristianos desde la época de Alfonso XI), la que demostrará ser el arma decisiva, cuyo coste, inasumible por ningún noble particular, solo podía ser sufragado por los crecientes recursos de las monarquías autoritarias, con lo que el ejército moderno pasará a ser uno de sus atributos. La Guerra de Granada será decisiva para la conformación de una unidad militar compleja y bien articulada: los tercios, que se probarán exitosamente en Italia bajo el mando del Gran Capitán frente a los ejércitos franceses, al tiempo que se internacionalizan con mercenarios de todas las nacionalidades. Los suizos y los lansquenetes alemanes serán los más afamados. Por primera vez desde el Imperio Romano, las guerras europeas se libraban con una visión estratégica continental que ponía a su servicio crecientes aparatos estatales: era mayor proeza "poner una pica en Flandes" desde el punto de vista económico que desde el puramente táctico, y las batallas diplomáticas no fueron menos decisivas que las reales para cerrar o mantener abierto el llamado camino español[23]



Al mismo tiempo, la ingeniería dio pasos de gigante, perfeccionando una nueva fórmula de defensa: el bastión. Estimulados por el desafío de los artilleros, ingenieros militares entre los que se encontraba el propio Leonardo da Vinci entablan con ellos una carrera de armamentos que no ha parado hasta hoy.



Como consecuencia, las campañas medievales, enfrentamientos de huestes reclutadas por los lazos del vasallaje se transformaron en verdaderas guerras de asedio y desgaste del enemigo, utilizando tropas profesionales, mercenarias, lo que en parte explica la enorme crueldad creciente de los conflictos hasta el siglo XVII. Para el siglo XVIII, las guerras, sometidas a método y cálculo académico, experimentaron un notable cambio, transformándose en campañas atemperadas, voluntariamente limitadas y con prolijas maniobras, en donde los generales arriesgaban poco y cuidaban mucho a sus tropas (famoso fue en ello el rey sargento, Federico Guillermo I de Prusia). Los uniformes, las banderas y la música militar se codifican de forma exquisita (el himno y la bandera de España provienen de esta época). Este esquema regiría los campos de batalla europeos hasta la llegada de Napoleón Bonaparte, primer general que aprovechó a gran escala el reclutamiento masivo producto del servicio militar obligatorio o nación en armas, ignorando los rangos aristocráticos que en los ejércitos de las monarquías absolutas reservaban los puestos directivos a gente de no probada valía, mientras que para él cada soldado lleva en su mochila el bastón de mariscal. Pero eso fue ya en un periodo histórico diferente, la Edad Contemporánea, en el que, tras el intento de bloqueo continental contra la industria inglesa y las teorizaciones de Clausewitz, se terminará hablando de la guerra total, un concepto ajeno al periodo de la Edad Moderna, en que la vida económica y social seguía en buena parte ajena a las batallas.





La batalla de Lepanto, vista por Veronés, es una confusión de galeras que se embisten tras el duelo artillero, cuya suerte se decide en el plano celestial, por la intercesión ante la Virgen de los santos patrones de cada miembro de la Santa Liga (por el Papa, con las llaves del reino de los cielos, Pedro; por España, con equipo de peregrino, Santiago; por Génova, con corona y espada, Catalina; y por Venecia, con su león, Marcos). El Imperio Otomano no tuvo tanta ayuda.

La Armada Invencible partiendo del puerto de Ferrol. La tecnología naval de élite europea se batió en el Canal de la Mancha, prevaleciendo la inglesa sobre la española (que desde 1580 incluía también a la portuguesa, o sea, a las dueñas de las dos mitades del mundo desde el Tratado de Tordesillas). Ninguna marina extraeuropea pudo competir hasta la Guerra Ruso-Japonesa de 1905: la famosa flota china del siglo XV dirigida por Zheng He no tuvo continuidad.

La guerra naval [editar]La guerra naval conoce un salto cualitativo con la incorporación de la artillería y de las mejoras técnicas de la navegación. La capacidad de maniobra rápida y abordaje de la propulsión a remo (aún útil en 1571 en Lepanto) quedará obsoleta, en beneficio de la planificación estratégica en un escenario planetario, donde flotas oceánicas llevan la presencia militar a distancias enormes con una agilidad creciente. La mayor ocasión que vieron los siglos, como la calificó Cervantes, que allí perdió su mano izquierda (para mayor gloria de la derecha), significó de hecho el mantenimiento del statu quo en el Mediterráneo: el oriental para los turcos y el occidental para los españoles, pero el conjunto del Mare Nostrum había perdido ya su centralidad en beneficio del Atlántico. Hasta la derrota de la Armada Invencible (1580) nadie desafiaba la hegemonía naval hispano-portuguesa más allá de enfrentamientos irregulares (los holandeses mendigos del mar o los piratas berberiscos o ingleses, poco importantes hasta el siglo XVII).



Consciente de poseer un imperio donde no se ponía el sol, Felipe II ofreció una recompensa fabulosa a quien le ofreciera un reloj mecánico que permitiera a sus barcos calcular con precisión la longitud cartográfica, cosa que no se consiguió hasta el siglo XIX; pero para entonces el meridiano cero era el de Greenwich y no el de Cádiz ni el de París, a pesar del esfuerzo científico que supuso el Sistema Métrico Decimal. La batalla de Trafalgar (1805) vino a sancionar indiscutiblemente la hegemonía marítima que Inglaterra ya había alcanzado, al menos desde la Guerra de Sucesión Española, que le proporcionó Gibraltar y Menorca, además de ventajas comerciales en América (1714). Olvidado quedaba el reparto hemisférico del mundo entre españoles y portugueses (Tratado de Tordesillas, 1494) y que había provocado el enojo de Francisco I de Francia, que pidió que le enseñaran la cláusula del testamento de Adán que preveía tal cosa. Entre tanto, los bosques ibéricos de la ardilla de Estrabón (que cruzaba la península sin tocar el suelo) se habían convertido en tablones de barco o en tallas de santos (destinos para los que se seleccionaban las piezas más escogidas), lo que tuvo decisivas consecuencias económicas y ecológicas: se dice que buena parte de los sedimentos depositados en el Delta del Ebro se deben a la deforestación del Pirineo en la Edad Moderna.





Confucio presenta al niño-Buda a Lao Tse, en una singular recreación pictórica de época Qing. Mientras Islam y Cristianismo se expanden en conflicto por la mayor parte del mundo, el budismo había conseguido implantarse con fuerza en Extremo Oriente, en cada caso sobre un sustrato distinto (en China y Japón, las religiones tradicionales, confucionismo y shinto, en Indochina, el hinduismo); al mismo tiempo, en su India natal, los mogoles musulmanes y el hinduismo justificador del sistema social de castas lo hacen prácticamente desaparecer.

Bula Exurge Domine, Contra Errores Martine Lutheri et sequatium: contra los errores de Martín Lutero y sus seguidores (15 de junio de 1520), por la que el papa León X le amenazaba con la excomunión si no se retractaba de 41 puntos incluidos en sus famosas 95 tesis del 31 de octubre de 1517. Lutero quemó públicamente la bula (10 de diciembre de 1520) y la excomunión se hizo efectiva (3 de enero de 1521). Cualquiera de esas fechas son hitos para la Edad Moderna, aunque no habrían pasado de ser una disputa teológica si no hubieran encontrado el formidable eco que la difusión de la imprenta permitió a los argumentos de ese "oscuro fraile", y no se hubieran acogido por una sociedad madura para recibirlos y unos agentes políticos dispuestos y capaces de aprovechar su potencial.

La orfebrería sagrada americana, como ésta de la cultura Muisca, donde aparece la barca ritual que sumergirá ofrendas en un lago, excitó de tal manera el ansia de oro de los conquistadores que creó la leyenda de El Dorado. Es enormemente simbólico que el destino de la mayor parte de la producción artística precolombina fuese el saqueo y la fundición en monedas, que circulando de Sevilla a Génova o Amberes cambiaron para siempre la economía mundial. En la antigüedad, una profanación semejante se atribuye a Jerjes, que transformó el oro de Babilonia en arqueros (los numismáticos y los de verdad).

Mezquita del Sah Abbas I el grande, del imperio persa safávida en Isfahan, Irán. En este caso, el impresionante pórtico acoge a los chiítas.

Las Misiones Jesuíticas en América del Sur establecieron un sistema teocrático-guaraní de tipo igualitario que ha sido mencionado como antecedente de las ideas socialistas.

La religión [editar]Como probaban las herejías urbanas medievales reprimidas por la Inquisición y la Orden Dominicana, la Iglesia Católica se encuentra en conflicto con la nueva vida urbana, y había mirado sus transformaciones con reticencia, aunque también demostró una gran capacidad de asimilación de los elementos disolventes (Orden Franciscana y devotio moderna de Tomás de Kempis). En el Siglo XIV había vivido la Cautividad de Aviñón y el Cisma de Occidente, y en el XV vivió un proceso de acrecentamiento del poder temporal. Ejemplos de Papas mundanos fueron, por ejemplo, Alejandro VI y Julio II, este último apodado, y no sin razón, el «Papa guerrero». Para financiarse, recurrió de manera cada vez más escandalosa a la venta de indulgencias, lo que excitó las protestas de John Wycliff, Jan Hus y Martín Lutero. Este último, cuando la Iglesia lo llamó a someterse, se rehusó, señalando que la única fuente de autoridad eran las Sagradas Escrituras. Era esta una nueva visión de la relación entre el hombre y Dios, personalista e intimista, más acorde con los valores de la modernidad y muy diferente a la idea social y comunitaria de la religión que tenía el Catolicismo medieval. Entre los numerosos seguidores de Lutero no fue posible la uniformidad (la interpretación libre de la Biblia y la negación de autoridad intermedia entre Dios y el hombre lo hacían imposible), y así Ulrico Zwinglio, Juan Calvino o John Knox, fundaron iglesias reformadas que se expandieron geográficamente convirtiendo a Europa en un mosaico de creencias rivales. Se ha propuesto[24] que el calvinismo y la doctrina de la predestinación son posiblemente una contribución esencial a la conformación del espíritu burgués capitalista, al exaltar el trabajo y el triunfo personal. No obstante, no es imposible encontrar una versión católica del mismo espíritu, como fue el jansenismo; lo que abundaría en la tesis materialista de que más que una determinación ideológica fueron las diferentes condiciones de la estructura económica del norte y el sur de Europa las que influyeron en su divergente historia a lo largo de la Edad Moderna.



La Iglesia Católica reaccionó tardíamente, a finales del siglo XVI, imponiendo una serie de cambios internos en el Concilio de Trento (1545–1563). Estrellas de esta reforma fueron Ignacio de Loyola y la Compañía de Jesús. Sin embargo, no pudo hacer regresar a la obediencia católica a numerosas naciones reformadas. La Alemania del norte, Escandinavia y Gran Bretaña ya no volverían al catolicismo, mientras que Francia se debatiría durante años de conflictos internos por causa religiosa, hasta que en 1685 Luis XIV revocó el Edicto de Nantes, que garantizaba la tolerancia católica hacia los hugonotes, y los expulsó. El triunfo de la Contrarreforma se centró en la Europa danubiana, la Alemania del sur y Polonia. Irlanda, las penínsulas ibérica e itálica, además de los recién ganados dominios ultramarinos españoles en América, permanecieron católicos.



Todo esto sucedió en medio de un terrible periodo de guerras de religión: en Alemania, los príncipes católicos se apoyaron en Carlos V contra los príncipes protestantes, al tiempo que surgían movimientos sociales como la guerra de los campesinos o los anabaptistas, perseguidos sangrientamente por ambos bandos, con la bendición expresa tanto del Papa como de Lutero; en Francia, la no menos violenta Matanza de San Bartolomé (1572) fue sólo un episodio de su particular y prolongada serie de guerras de religión, en las que la distintos grupos sociales se encuadran en bandos nobiliarios con opuestas pretensiones políticas, dinásticas y alianzas exteriores; la Guerra de los Ochenta Años que supone la separación de los Países Bajos en un norte protestante y un sur católico; en su última fase (tras una Tregua de los doce años) simultánea a la Guerra de los Treinta Años (1614-1648) en el Sacro Imperio, que terminó transformándose en un conflicto europeo generalizado.



La expansión europea significa la desaparición o sumisión de muchas religiones indígenas en los territorios ocupados por los europeos. Excepcionalmente, surge en el norte de la India una nueva religión: el sikhismo.



En América Latina el catolicismo fue impuesto como religión prácticamente exclusiva siguiendo los lineamientos de la Contrarreforma, pero al mismo tiempo las antiguas religiones y creencias precolombinas y africanas reprimidas, reaparecieron reformulando el cristianismo mediante el sincretismo religioso. Un ejemplo de ello es la fusión de cultos como el de la Pachamama y la Virgen María en la región andina y la presencia de los orixás de la religión yoruba en la santería y el candomblé. El catolicismo latinoamericano, especialmente en sus vertientes más ligadas a las culturas de los pueblos originarios y afroamericanos, abrió camino a nuevos enfoques ante los derechos humanos, la naturaleza, la igualdad social y el republicanismo, alcanzando expresiones destacadas en casos como el de Bartolomé de las Casas y las Misiones Jesuíticas.



La otra gran religión expansiva, el Islam, no tiene una separación de autoridades civiles y religiosas, lo que no significa necesariamente un mayor fundamentalismo, y la prueba habían sido los periodos de tolerancia y fértil intercambio cultural de la Edad Media. Los Imperios Turco, Safávida o Mogol no fueron menos, sino más tolerantes en lo religioso que la Monarquía Católica o la Ginebra de Juan Calvino, y el Mediterráneo Oriental (Balcanes incluidos) fue durante toda la Edad Moderna un mosaico étnico y religioso que acogió la diáspora sefardí de forma equivalente a como lo hizo Ámsterdam. No obstante, en la Europa cristiana el humanismo renacentista (en principio, la simple reivindicación de los studia humanitatis frente a la teología) va acentuando la separación de los ámbitos religioso y laico.



El erasmismo o conceptos como la libertad de conciencia no sólo abren el paso a otras religiones (protestantismo), sino a nuevas actitudes del hombre ante la naturaleza, como la duda cartesiana, el racionalismo y el empirismo. Muy diferentes entre sí, la indiferencia religiosa, los libertinos, la masonería, el panteísmo, el agnosticismo y el ateísmo empezarán a ser consideradas como posturas imaginables -aunque de ninguna manera toleradas- y ganarán terreno a medida que avancen los siglos de la Edad Moderna. La trayectoria personal e intelectual de Voltaire significará un referente que quedará fijado en el espíritu enciclopedista. La descristianización ligada a la Revolución Francesa hará posible en un efímero episodio un culto secular a la Diosa Razón, bajo un calendario revolucionario privado de toda huella litúrgica.





El Leviathan, de Thomas Hobbes, es una justificación del absolutismo frente a la Revolución Inglesa, pero su argumentación es plenamente secular, al contrario de la de Bossuet, que simultáneamente está defendiendo la teoría del derecho divino de los reyes. El monstruo que puede ejercer sin límites su poder lo hace porque el cuerpo social (del que cada individuo es una célula, como aparece en el grabado) le cede el poder, porque retenerlo cada uno para sí en un estado de naturaleza sólo llevaría a la guerra de todos contra todos. La expresión Homo homini lupus (el hombre es un lobo para el hombre), que parece no ser suya aunque se suele atribuir a Hobbes, lo expresa muy bien.

Sacrificio azteca, Códice Mendoza. El contacto con las culturas americanas proporcionó argumentos para ambas partes en debates como el de la Junta de Burgos de 1512 o la Junta de Valladolid de 1551 en que sobresalieron Bartolomé de las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda: los indígenas ¿eran sujetos a una esclavitud natural o merecían ser tratados como iguales, en un precoz concepto de derechos humanos? Aquí vemos costumbres que desde un punto de vista aristotélico puden calificarse de antinaturales y una arquitectura tan civilizada que causaba asombro a unos conquistadores que comparaban Tenochtitlan con Venecia. La humanidad de los indios (con su correspondiente alma inmortal sujeta a salvación y por tanto, a la mediación de la Iglesia) quedó establecida por la bula Sublimis Deus en 1537. Las leyes de Indias fueron la respuesta por parte de una monarquía que, además de escrúpulos morales, intentaba evitar el excesivo poder de unos encomenderos demasiado lejanos y garantizarse jurídicamente el dominio temporal y el patronato regio que las bulas alejandrinas le daban a cambio de la evangelización.

El cambista y su mujer, Quentin Massys, 1515. La eficaz conjunción de metales preciosos y documentos escritos revolucionó la economía mundial y los conceptos jurídicos; terminó disolviendo las relaciones sociales feudales. No obstante, este cuadro tiene una lectura bien distinta: la mujer está consultando un libro religioso, y duda de la legalidad teológica de las transacciones de su marido: el desprecio social por las actividades financieras, que incluía la sospecha de criptojudaísmo en sociedades como la española, y la persecución legal del lucro, significaban la pervivencia del mundo feudal, en que la renta y el privilegio son los procedimientos socialmente aceptables de la posición social elevada. Mientras el trabajo siga siendo un castigo divino, el interés deba camuflarse con todo tipo de excusas y el precio justo algo a debatir con el confesor, el triunfo del capitalismo habrá de esperar. Los navegantes holandeses y británicos desarrollarán un sistema de seguros para racionalizar económicamente sus arriesgadas actividades; simultáneamente los españoles, con toda lógica, prefieren la doble protección que les ofrece la monopolística y bien armada flota de Indias y la divina providencia: el dinero que no emplean en seguros, se les extrae en impuestos obligatorios y en "voluntarios" donativos a las instituciones religiosas (limosnas, fundaciones piadosas, dotes para ingresar a sus hijas en conventos, mandas testamentarias). La opinión que suscitaría un comerciante poco piadoso es fácil de imaginar.

Castigo a un esclavo en Brasil, por Jean-Baptiste Debret (circa 1800). La expansión colonial de Europa generalizó la esclavitud en las colonias y organizó, con la imprescindible colaboración de las élites europeas (tanto católicas como protestantes), americanas (incluyendo a los criollos) y africanas (tanto subsaharianas como islámicas), el tráfico de esclavos como uno de los negocios más lucrativos del período, con Liverpool como el mayor puerto esclavista del mundo. Paradójicamente, uno de los impulsores intelectuales de la aprehensión de negros en África para trasladarlos como esclavos a América fue el propio fraile Bartolomé de las Casas, que de este modo pretendía liberar a los indígenas americanos del inhumano trato que estaban sufriendo. Consideraba inicialmente que la naturaleza del amerindio era más débil, y la del africano más fuerte, además de las razones teológicas que confluían en la distinta exposición al evangelio del Nuevo y del Viejo Mundo. Curiosos argumentos, más propios de sus opositores en la Junta de Valladolid, que demuestran que realmente las Casas no estaba tan alejado del mundo cultural neoescolástico y neoaristotélico del que provenía. Posteriormente se arrepintió de aquella idea y desarrolló un pensamiento más amplio de los derechos elementales de todos los seres humanos.

Reconstrucción de la propuesta de Sello de los Estados Unidos hecha por Benjamin Franklin. La rebelión contra los tiranos es obediencia a Dios, ilustrado por el episodio bíblico del Mar Rojo. En 1776, la población de las trece colonias británicas en Norte América, inició la Revolución Americana sobre la base de conceptos políticos que significaban un cambio radical: independencia, derechos humanos (si bien no para todos, los esclavos negros estaban excluidos), federalismo, constitución, república, basados en los postulados de la Ilustración llevados a sus conclusiones. Algunos autores americanos[25] postulan la tesis, controvertida por otros[26] , de que las prácticas políticas de la Confederación Iroquesa (Haudenosaunee) —su Gran Ley de la Paz— fue «inspiración directa de la constitución estadounidense»[27] . La embajada de Franklin en París probó la simpatía con que los Estados Unidos fueron acogidos por la opinión ilustrada (no sólo la francesa, también ingleses como Burke), admirada ante la demostración empírica de las teorías rousseaunianas del "buen salvaje", que se estaba convirtiendo en una orgullosa "nueva Roma" poblada de águilas y cincinatos (símbolos rechazados por el propio Franklin y otros americanos pertenecientes al ala progesista de la revolución).[28]

Con un modelo iconográfico muy común, Elias Hille pinta en 1596 a la familia Friedrich, un fabricante de cristal de Bohemia. Muestra el ideal social de familia nuclear: numerosa (tanto en muertes, acechantes en la calavera del Gólgota, como en nacimientos), jerarquizada, sumisa a los valores religiosos, sexuada y comprometida con su destino futuro desde la infancia. En todo ello, pocas diferencias con la familia extensa, clánica, que organizaba la sociedad entera como un conjunto de lazos familiares; pero la sociedad moderna genera nuevas expectativas a los individuos, que cada vez más basan su posición social en sus logros personales. Cuando no importe el origen familiar sino lo que cada uno es por sí mismo, se habrá terminado la sociedad preindustrial. Por otro lado, la libertad de testar, la vinculación de los patrimonios familiares (mayorazgo) o el reparto forzoso entre los hijos (la legítima), suponen distintos sistemas de herencia que, sumados a los distintos regímenes matrimoniales (dote o su contrario, el precio de la novia; sociedad de gananciales, separación de bienes, todos ellos conectados con el papel social de la mujer), constituyen una parte muy importante de las condiciones jurídicas que favorecen o dificultan, según el caso, y en combinación con muy distintos factores económicos sociales e ideológicos (incluyendo los religiosos) la acumulación originaria de capital necesaria para el surgimiento del capitalismo.

El derecho y el concepto de hombre en sociedad. [editar]Tras el Tratado de Westfalia, la religión dejó de ser invocada como la causa de las guerras en Europa, imponiéndose el pragmatismo de las relaciones internacionales que invocan intereses más secularizados para ellas, como había reclamado Nicolás Maquiavelo en su famoso tratado El Príncipe. Esta obra para algunos marca el comienzo de la modernidad, y su estela fue continuada por los fundadores del derecho de gentes, el holandés Hugo Grocio o, desde un punto de vista opuesto, la neoescolástica Escuela de Salamanca.



La supuesta incapacidad (discutida ya en la época) de las civilizaciones no occidentales para adecuarse a los conceptos jurídicos que conducen o se identifican con la modernidad (propiedad, seguridad jurídica, estado de derecho) es una de las cuestiones más interesantes de la historia comparada de las civilizaciones (véase Interpretaciones de la Historia de China). Suele argumentarse que detrás de esa alegada predisposición occidental a la modernidad está la herencia del Derecho Romano, el derecho consuetudinario germánico o el humanismo cristiano; pero las mismas herencias puede reclamar el Absolutismo del Antiguo Régimen, la Inquisición y los sistemas judiciales comunes en todos los países durante la Edad Moderna, que incluían la tortura y las pruebas diabólicas sin respeto a la presunción de inocencia. En sentido contrario se ha señalado el atraso causado por el colonialismo europeo en las sociedades de América Latina y el Caribe, también pertenecientes a Occidente, así como el desarrollo de sociedades modernas no occidentales como Japón, China y otros países del este asiático. Cierto o no, y aunque puedan buscarse muchos precedentes (notablemente Ibn Jaldún y otros avanzados analistas sociales del mundo islámico desde el siglo XIV), la realidad histórica señala que fue en la revolucionaria Inglaterra del siglo XVII, con las contradictorias concepciones de Thomas Hobbes y John Locke, donde se abre la cuestión de la naturaleza de las relaciones sociales que a partir de ese momento demostrarán en el mundo europeo su eficacia no únicamente teórica, sino su implicación con el desarrollo social y el cambio político: igualmente demuestra su capacidad de extensión y contagio, al ser retomada en Francia por Montesquieu y Rousseau, comparada con las originales culturas políticas de las sociedades precolombinas (Confederación Iroquesa), sintetizada y realizada por los revolucionarios americanos en la nueva era histórica abierta en 1776. La naturaleza del hombre y su condición de animal social, que se había iniciado en la filosofía griega, no había sido ajena al pensamiento medieval, pero su reaparición como punto central del mismo espíritu de la Edad Moderna es plenamente propio de esta época, y su debate intelectual se suscitó en parte por el impacto de la diversidad cultural mostrada por los descubrimientos y su reverso cruel (colonialismo, tráfico de esclavos) dando origen a productos intelectuales como el mito del buen salvaje o las hispánicas polémicas de la guerra a los naturales y de los justos títulos del dominio sobre América.



Durante la Edad Moderna Europa la esclavitud pasó a tener una función completamente distinta de la que había tenido en otras épocas históricas. Aunque no es el modo de producción dominante (papel que cumplió únicamente en la Grecia y Roma clásicas[29] ), pasará a ser uno de los sistemas centrales de trabajo en la periferia de la economía-mundo,[30] hecho que llevó a establecer al tráfico de esclavos como uno de los negocios más lucrativos del período. Tras su cuestionamiento intelectual por algunos de los revolucionarios franceses (por ejemplo Robespierre), y los primeros movimientos emancipatorios (destacadamente la revolución de Haití, liderada por Toussaint L'Ouverture), a comienzos del siglo XIX Gran Bretaña y las naciones hispanoamericanas recién independizadas de España (con cierta confluencia de intereses con aquélla), emprendieron la abolición de la esclavitud que llegaría a cubrir prácticamente la totalidad del mundo en el curso de la centuria. El movimiento distaba mucho de ser puramente altruista u obedecer a alegados principios cristianos: responde a la nueva lógica del sistema capitalista industrial, y además permitió a la Royal Navy (armada británica) convertirse en una suerte de policía oceánico, con capacidad de inspeccionar los barcos a su conveniencia, función que estaba en condiciones de cumplir una vez que se había convertido en "taller del mundo" gracias a la Revolución industrial y ha suprimido a sus flotas competidoras en Trafalgar.



Una visión más idealista de la posibilidad de formación de una sociedad perfecta, pero no en un paraíso escatológico, sino realmente en la tierra, fue la que proporcionó un nuevo género literario surgido en el entorno del 1500 y también suscitado por el descubrimiento que los europeos hicieron de América: la Utopía, título de una novela de Tomás Moro, y en el que pueden encuadrarse autores de la talla de Erasmo de Rotterdam (Elogio de la locura), Tomás Campanella (La ciudad del sol) y el Inca Garcilaso de la Vega (Comentarios Reales).



Las consecuencias que de eso se derivaron no tenían por qué ir necesariamente en el sentido de fundar la doctrina de los derechos humanos, ni siquiera en la Europa protestante, buena parte de ella sometida a sistemas más propios del Antiguo Régimen. Incluso hay argumentos para proponer que más cerca de ello se encontraba la oscurantista España, que además de acoger (no sin problemas) el erasmismo, produjo en su propio solar el corpus legislativo de las Leyes de Indias, la defensa del indígena de Bartolomé de las Casas o la famosa justificación del tiranicidio ya citada, y mantuvo hasta el siglo XVII un equilibrio institucional entre rey y reino, y de los distintos reinos entre sí (véase Instituciones españolas del Antiguo Régimen), no demasiado diferente al de Inglaterra. Por otro lado, en Francia, se pasó de la tolerancia pragmática de los politiques de la corte de Enrique IV a la teorización del absolutismo más radical y completa, con la obra de Bossuet. En América por el contrario el movimiento independentista se organizó desde un inicio íntimamente relacionado con la doctrina de los derechos humanos y la democracia, aunque la práctica política de ese concepto distaba aún mucho de ser la contemporánea. Las Revoluciones Comuneras como la que fuera liderada en 1735 en Paraguay por José de Antequera y Castro bajo el lema: «La voluntad del común es superior a la del propio rey»[31] fueron un temprano precedente. La interrelación entre las revoluciones liberales a uno y otro lado del Atlántico ha sido definida como un movimiento de ida y vuelta, y tras ser influida por la Ilustración y desarrollarse endógenamente, la Independencia de Estados Unidos acabará convirtiéndose en modelo de libertad política para Europa y el resto de América.



Las prácticas mercantiles, desarrolladas desde la Baja Edad Media (ferias, banca, préstamos, letra de cambio), se sofisticaron aún más con el nacimiento de las finanzas públicas (deuda pública, como los juros españoles) acostumbraron a juristas y confesores a enfrentarse con los conceptos teológicamente escurridizos de precio y beneficio (asociados en un principio al lucro y al pecado de usura, garantías ideológicas del predominio social de los privilegiados que basan su riqeza no en el trabajo sino en la renta, y paulatinamente aceptados) y diseñaron el concepto de obligación contractual o responsabilidad limitada. No es fácil decir cuál es la hermana mayor: la sociedad civil o la sociedad mercantil (otra homónima es la Societas Iesus, la Compañía de Jesús).



La familia y su tratamiento jurídico también experimentan cambios. La modernidad representa el paso de la familia extensa, patriarcal, a la familia nuclear, no necesariamente estable. El divorcio no se convierte en una práctica extendida, y tampoco es original de la Edad Moderna, pero la sonora separación de Enrique VIII y Catalina de Aragón dividiría Europa tanto como la Reforma. Se ha argumentado incluso que los diferentes regímenes del matrimonio y de la herencia, tanto como las distintas religiones conformarán distintas estrategias económicas y mentalidades sociales de cara a la formación de la sociedad capitalista.



La Malinche y Hernán Cortés, en el Lienzo de Tlaxcala, Diego Muñoz Camargo, 1585. La sumisión de la mujer coincide aquí con la sumisión de un continente entero, pero también demuestra cómo puede jugarse un papel activo, incluso determinante. En otros casos, las mujeres podían llegar a ocupar el poder, como reinas o regentes, circunstancia poco común fuera de Europa.

Catalina de Erauso, la monja alférez, representa una trayectoria vital radicalmente distinta, pero no tan opuesta como podría parecer. Lo excepcional de su caso nos recuerda que la salida de los roles esperables: madre, monja o prostituta, no era asumible socialmente.

La mujer [editar]Todas las grandes civilizaciones de la Edad Moderna siguen el modelo patriarcal que restringe a la mujer a un papel subordinado y la invisibliliza ante la historia; pero la mujer no está ausente, ni de la sociedad ni de los documentos. Los llamados estudios de género o, más propiamente, la Historia de la mujer tienen para el periodo de la Edad Moderna mucha tarea por realizar. El papel de la mujer en la civilización occidental fue seguramente más visible, y su visibilidad histórica mayor, cuando el azar y las leyes dinásticas le permitían el papel de reina o regente. Aunque la Edad Media había dispuesto de mujeres en esa función (Teodora de Bizancio, Leonor de Aquitania, Urraca de León y Castilla), la historiografía solía tratarlas con una extraordinaria misoginia. En cambio, algunas reinas de la Edad Moderna han sido tratadas con gran admiración (Isabel I de Castilla la católica, que ha sido incluso propuesta para beatificación, o Isabel I de Inglaterra la reina virgen), aunque bien es cierto que muchas otras han sufrido su inclusión en crueles estereotipos (Juana la loca, María la sangrienta de Inglaterra, Cristina de Suecia, Catalina II de Rusia la grande) algunos de ellos vinculados a una libertad de costumbres en lo sexual que en los reyes varones se daba por supuesta. El estereotipo de la mujer pacificadora (tan viejo como la humanidad, como puede verse en el mito del rapto de las sabinas) también se vio escenificado en su papel como prenda de paz entre dinastías que las conduce al matrimonio (Isabel de Valois a Felipe II de España, Ana de Habsburgo a Luis XIII de Francia...) o en la llamada Paz de las Damas. Lo excepcional son las mujeres a las que se concede un papel intelectual, a veces vinculado con su posición excéntrica, bien las monjas (en camino de ser santa, como Teresa de Jesús o poeta, como Sor Juana Inés de la Cruz), bien las cortesanas venecianas (como Verónica Franco). Un caso paralelo son las geishas japonesas, que a lo largo de la edad moderna fueron suplantando a los varones que antes realizaban las funciones no evidentemente sexuales que las caracterizan. En algún caso, la posición de subordinación de una mujer quedaba superado por las circunstancias para adquirir un insospechado protagonismo individual, como ocurrió con La Malinche, la esclava-traductora-concubina azteca de Hernán Cortés.



Sin perjuicio de esa tendencia general, la Edad Moderna registra algunas civilizaciones y situaciones en las que las mujeres ocuparon un papel protagónico, como el de la Confederación Iroquesa, en donde existía una división del poder político entre hombres y mujeres, de resultas del cual las cinco naciones que integraban la alianza estaban gobernadas por las mujeres que eran cabeza de cada clan[32] . Algunos antropólogos analizan el caso como uno de los muchos y diferentes ejemplos de situaciones de lo que tradicionalmente se llamaba matriarcado y sostienen que sólo anacrónicamente pueden entenderse como un precoz feminismo[33] . Otros autores describen una realidad más compleja, ya que entre los iroqueses el poder político-militar estaba rigurosamente dividido entre hombres y mujeres, ocupando aquellos los cargos militares y estas los cargos políticos[34] . Una situación favorable para el protagonismo femenino se produjo en las revoluciones liberales, como la revolución francesa (en la que algunas mujeres pretendieron superar el papel social que se las limitaba al poder informal de los salones de Madame Pompadour) o la Guerra de Independencia Hispanoamericana en la que algunas mujeres ocuparon puestos decisivos como la Coronel Juana Azurduy en el Alto Per



Santa Prisca, Taxco, México. Las torres y fachadas de retorcida decoración y la promiente cúpula destacan armónicamente sobre un conjunto urbano propio de las ciudades hispanoamericanas.

Iglesia de Paoay, isla de Luzón, Filipinas. Con similitudes y diferencias, forma parte del mismo mundo cultural que Santa Prisca de Taxco o San Pedro de Roma. Tal cosa hubiera sido imposible antes de la Edad Moderna.

Catedral de San Basilio, Moscú, Rusia. Construida entre 1551 y 1561, representa una evolución del arte bizantino, al igual que el imperio zarista quería ser una Nueva Roma después de la caída de Constantinopla. La proximidad estética con el arte occidental es más relativa, y podría verse también con Taj Mahal.

San Carlos Borromeo, Viena, Fischer Von Erlach (1716-1739) representa un barroco más clasicista, con las columnas historiadas que remiten a la Antigua Roma.

¿Arte Moderno? [editar]Lo que hoy consideramos arte moderno no es la producción artística de la Edad Moderna, sino nuestro arte contemporáneo: las vanguardias europeas en torno a 1900, que de hecho significan una reacción contra el arte europeo de la Edad Moderna, que se consideraba acartonado por el academicismo y limitado por la sujeción al principio de imitación a la naturaleza; no así contra el arte extraeuropeo, que se recibe con admiración por su exotismo (estampas japonesas y tallas africanas). Incluso, desde otra perspectiva, hubo una escuela pictórica inglesa (el prerrafaelismo) que pretendía volver a la pureza de los primitivos italianos y primitivos flamencos anteriores al siglo XVI y al divino Rafael.



Por tanto, a las creaciones culturales que se produjeron entre los siglos XV y XVIII les deberemos llamar "Arte de la Edad Moderna", con la suficiente distancia intelectual sobre él para considerarlo, aunque esté claro que el concepto de "moderno" (también para lo que hoy llamamos así) será siempre provisional.



Esta reflexión no es en absoluto reciente: en Europa, el Renacimiento de los siglos XV y XVI inicia y se identifica con el concepto de modernidad,[35] identificándola con la ruptura frente al arte medieval (despreciado por los italianos mediterráneos y añorantes de la antiguas glorias imperiales con el adjetivo de gótico, es decir, propio de godos, bárbaros del norte de Europa) y con la imitación (mímesis) tanto de los modelos que se consideraban clásicos (el arte grecorromano) como (sobre todo) de la naturaleza. No conviene olvidar, no obstante, que la clave de la riqueza creativa de la época fue el intercambio entre Italia y Flandes. Los flamencos se enamoran de las montañas italianas, de las que ellos carecen, y las reproducen en sus tablas; los italianos aprovechan muchas de las innovaciones técnicas que provienen de estos bárbaros del norte (el óleo). La investigación sobre la perspectiva se hace con criterios distintos, pero casi simultáneamente.



Un mundo "barroco" [editar]Pero el arte más representativo de la Edad Moderna quizá no es tanto el Renacimiento sino su continuación y antítesis: el Barroco,[36] si consideramos que es el que alcanzó más extensión en el tiempo (siglos XVII y XVIII, en solapamiento con el Manierismo previo y el Rococó posterior) y el espacio (puede encontrarse desde la protestante Europa del Norte hasta la América colonial católica o las Filipinas). Este estilo se caracterizaba por ser visualmente recargado, y alejado de la simplicidad y búsqueda de la armonía propias del Renacimiento pleno. Aunque se discute su etimologías posibles, suele hacérsele sinónimo a "extraño", "irregular". Se postula que el Barroco nació como una reacción a la crisis de la confianza humanista y renacentista en el ser humano, lo que explica su potente carácter religioso, así como el abandono de la simplicidad clásica para intentar expresar la grandeza del infinito, y la predilección por motivos grotescos o «feos», realistas, que contradice la búsqueda de la belleza ideal renacentista. Se ha hablado también de una cultura del barroco, del equívoco y lo efímero, coincidiendo con la llamada crisis del siglo XVII, en la que se valoraba más la apariencia que la esencia, la escenografía que la solidez.[37]



Palacio de Versalles, chambre du roi (cámara del rey), con su busto en mármol por Coysevox. El arte barroco cuida tanto los exteriores como los interiores (éstos en concreto han pasado a dar nombre a la expresión lujo versallesco). Hoy no nos parece nada asombroso, pero fue una proeza técnica lograr espejos de un tamaño semejante. Los del salón de los espejos reflejarán las primeras reuniones de los Estados Generales de 1789. La vulgarización del símbolo clásico del nosce te ipsum permitió por primera vez una nueva clase de autoconocimiento que ayudará a la consideración de la posición del hombre en el mundo.

Gopuram del templo de Meenakshi, Madurai, Tamil Nadu, India, siglo XVII. Las diferencias iconográficas y estilísticas son evidentes, pero no puede negarse cierta similitud visual con el horror vacui del estilo churrigueresco, la tensión ascensional del espacio de Bernini, o la policromía sensorial de Rubens y la imaginería española; todos ellos simultáneos en el tiempo.

Ángel arcabucero, Maestro de Calamarca, Bolivia, siglo XVII. El sincretismo de la producción artística andina (que puede etiquetarse como pintura virreinal) se basa en la adopción de modelos iconográficos europeos (los ángeles eran muy venerados en la corte de los Habsburgo) que se reinterpretan desde una sensibilidad estética indígena.Esto no quiere decir, de todas maneras, que el Barroco haya renunciado totalmente al Clasicismo. No en balde, uno de los más grandes monumentos de la arquitectura barroca es el Palacio de Versalles, construido en torno a la noción del culto al dios solar Apolo, como representación del monarca Luis XIV, el Rey Sol. La europa del siglo XVIII se llenará de réplicas de Versalles, a veces pasados por la sensibilidad local, como los palacios vieneses. Habría un barroco primero, el profundo y concentrado de Caravaggio y el tenebrismo, un barroco pleno, triunfante, el de Bernini o Rubens, y un barroco final, el de mayor exceso decorativo, de Churriguera y los interiores rococó.



El urbanismo barroco requiere la vivencia de la ciudad como un escenario artificioso, más allá de los edificios o monumentos singulares, en el que las perspectivas glorifiquen los espacios representativos del poder siguiendo un programa iconográfico que el entendido sea capaz de leer (por ejemplo, la Plaza de San Pedro en el Vaticano o el Paseo del Prado de Madrid). La integración de todos los artes y todos los sentidos se produce en algunas ocasiones de forma sublime, en el tiempo y el espacio de la fiesta, como la Semana Santa de Sevilla o la de Murcia, o los Carnavales de Venecia o de Oruro. El barroco protestante, más individualista, produce los espléndidos interiores de Vermeer o la competitiva mole de la Catedral de San Pablo de Londres, rival de la de San Pedro de Roma.



La interpretación pendular de la Historia del Arte[38] se corresponde bien con la vuelta a la disciplina academicista a mediados del siglo XVIII, cuando el redescubrimiento de las ruinas romanas de Pompeya y Herculano puso de moda nuevamente el arte clásico. Esta vez, quienes se inspiraron en él lo hicieron de manera aún más rigurosa que en el Renacimiento, generando así el llamado Neoclasicismo. El Neoclasicismo es considerado muchas veces como un arte de transición a la Edad Contemporánea, porque se lo asocia políticamente no al Absolutismo, sino a la Revolución Francesa y al Imperio Napoleónico.





Arte asiático y africano [editar]El arte en Asia y Africa produjo durante los siglos de la Edad Moderna manifestaciones artísticas del mismo nivel, bien siguiendo su propia dinámica, como en el arte africano, el arte islámico, el arte de China o el arte de Japón.



En el arte islámico, el tradicional rechazo de la iconografía llevó a enfatizar los patrones geométricos, la caligrafía islámica y la arquitectura. En la India y el Tibet se desarrolló la expresión artística mediante esculturas pintadas. En China continuó el desarrollo de su gran variedad de artes y estilos completamente originales, tallas en jade, trabajos en bronce, cerámica, poesía, caligrafía, música, pintura, teatro, etc. En Japón se prosiguió la amplia interrelación artística entre la caligrafía y la pintura, mientras que los grabados desde planchas de madera se volvieron importantes luego del siglo XVII.





Arte colonial latinoamericano [editar]

Antonio Francisco Lisboa, «el Aleijadinho», destacado escultor y arquitecto del barroco colonial en Brasil. En la foto, un fragmento de la serie Los Profetas, ubicada en el Santuario de Congonhas, Minas GeraisEn América se desarrolló un arte bajo el signo de la dominación colonial, que recibió tanto influencias europeas, como africanas y de las culturas precolombinas, muchas veces fusionadas de maneras complejas y novedosas del mismo modo que el sincretismo del culto católico con las religiones precolombinas. Agrupando estilos muy distintos, suele utilizarse el término de arte colonial americano[39] término que no debe confundirse con el de arte indígena, a veces apreciado en su autenticidad, y otras veces objeto de verdaderos zoológicos humanos como en las exposiciones coloniales, muestras de la antropología imperialista del siglo XIX.



En América Latina el arte colonial produjo el barroco colonial con caracteres distintivos del europeo, como su extraordinaria diversidad, la presencia del color, la la proliferación de formas mixtilíneas y el soporte antropomorfo. En Brasil sobresale la figura extraordinaria del escultor y arquitecto Antonio Francisco Lisboa, «el Aleijadinho».



El arte colonial también produjo la escuela cusqueña de pintura caracterizada por un fuerte naturalismo, un fuerte colorido y la presencia de rostros y temáticas indígenas y mestizas. Diego Quispe Tito se destaca especialmente por la libertad de su pintura y la introducción de elementos hasta entonces desconocidos como cierta libertad en el manejo de la perspectiva y un protagonismo antes desconocido del paisaje, la fauna y la flora.



En América del Norte el arte colonial se mantuvo más ligado a las características del arte de las potencias coloniales dominantes en cada región, con escasas variaciones.



Una diferencia esencial puede señalarse a partir de la Edad Moderna entre el arte europeo-americano y el africano-asiático: la función social y la consideración del artista. En Europa y América, desde el Renacimiento, pintores, escultores y arquitectos no sólo salen del anonimato y empiezan a firmar su obra, sino que se codean de igual a igual con filósofos y príncipes. Este ascenso social se adelanta varios siglos al de otras partes de la burguesía, y conforma una nueva aristocracia del mérito intelectual, en la que más tarde ingresarán también los literatos y científicos. Por otro lado, la Iglesia, la nobleza y la monarquía, clientes tradicionales, dejan de serlo exclusivos, como puede ejemplificarse en la burguesía holandesa, y nace un verdadero mercado del arte que empieza a no funcionar por encargo y puede surgir la creación del artista con mucha mayor libertad. Cuando en el siglo XIX el proceso se complete, y la sociedad responda ella misma a los criterios del mercado, habrá muerto el arte de la edad moderna y nacido el arte contemporáneo (paradójicamente junto con la figura del artista maldito, que no triunfa en vida).





La Danza de Aldeanos, vista por Rubens (1635), es una orgiástica diversión popular, que como en todas las épocas y lugares, cohexiona al grupo social y marca el ritmo cíclico anual de ocio y trabajo. Es difícil ver que de estos precedentes se derivan las refinadas músicas y ballet de las cortes europeas.

Tokubei Kabuki, grabado del siglo XVIII.

Federico Guillermo II de Prusia ameniza él mismo la velada en el palacio de Sanssouci. La música no es una diversión vulgar, sino aceptable en las más altas esferas (al igual que Dios hace mover los planetas con armonía celestial). El son dulce, acordado, del plectro sabiamente meneado que anhela Fray Luis de León puede servir para serenar el alma, y rodear de fasto el ritual de la misa católica, pero también para sacudir las mentes y aunar las voluntades de una forma revolucionaria, como hizo Lutero con el canto litúrgico de las comunidades protestantes, incluso antes que los movimientos románticos.

La representación balinesa del Katchak, como el Misterio de Elche o cualquier otra dramatización sagrada, son también antecedente de las artes escénicas que se desarrollan en la Edad Moderna.

El teatro y la música [editar]Esas dos artes alcanzan una madurez sublime en la Edad Moderna. Mientras en muchas culturas del mundo se habían alcanzado expresiones refinadísimas de formas teatrales y musicales sagradas, como las danzas balinesas basadas en la mitología hindú (Katchak y Barong), en el siglo XVII, de una forma simultánea en cada extremo del mundo, se desarrollan paralelamente el kabuki japonés, y los teatros clásicos de las tres principales culturas de Europa Occidental (éstas sí interrelacionadas): el español (Lope de Vega, Calderón de la Barca, Tirso de Molina), el inglés (William Shakespeare) y el francés (Jean Racine, Pierre Corneille y Molière). En el surgimiento del teatro clásico europeo confluyen tradiciones medievales, tanto de escinificaciones religiosas (autos sacramentales) como profanas (titiriteros antepasados de los cómicos de la legua, aún presentes en la Comedia del arte, que también se dejará ver en la raíz de un teatro ilustrado como el de Carlo Goldoni), y se ahorman a la disciplina de las normas literarias clásicas, recuperadas de la antigüedad grecolatina en un extraordinario caso de resurrección arqueológica. Las artes escénicas comprenden también una música que, además de la tradición coral e instrumental eclesiástica medieval, recoge temas, aires y danzas populares e incluso, en algún caso, la influencia de otras civilizaciones (el siglo XVIII vivió una fiebre turca en lo musical, con incorporación de instrumentos y un peculiar sentido del ritmo de las potentes marchas militares otomanas). La llamada música clásica, que tiene sus primeros nombres sagrados en compositores barrocos como Johann Sebastian Bach, Vivaldi o Haendel, culmina con las cumbres del clasicismo musical (Haydn y Mozart). Niños prodigio como éste último o cantantes como el castrato Farinelli (que demostró tener más visión para los negocios) recorren europa "fichados" por las casas reales como los futbolistas actuales. Los instrumentos y las agrupaciones se van perfeccionando, quedando establecida la llamada música de cámara, adecuada a la escenografía de los palacios rococó, mientras que los teatros requieren mayores formaciones, pues acogen a un público más amplio, que, (a la espera de las sinfonías de Beethoven o los valses de Strauss), celebra La flauta mágica. Como forma musical, la ópera (nacida con el Orfeo de Monteverdi en 1607) sólo ha empezado a recorrer un camino que la llevará en el siglo XIX a ser un vehículo de la ideología revolucionaria (Verdi o Wagner), pero de momento sirve perfectamente para adaptar libretos tan subversivos como los de Beaumarchais (Las bodas de Fígaro de Mozart y El barbero de Sevilla, de Rossini).



Entre tanto, la música europea se difunde por el mundo, en primer lugar por las colonias americanas, donde es recibida y reelaborada con gran éxito, incluyendo los famosos indígenas músicos de las reducciones jesuíticas del Paraguay

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EDAD CONTEMPORANEA

-Modernidad: Ruptura y continuidad [editar]La Edad Contemporánea es una división reciente de la historia, ya que es el cuarto segmento de la vieja clasificación de Cristóbal Celarius en Antigüedad, Edad Media y Edad Moderna. De hecho, lo que para los historiadores de tradición latina es la "Edad Contemporánea" o "Epoca Contemporánea", para los historiadores anglosajones es la "Late Modern Times" ("Edad Moderna Tardía" o "Edad Moderna Posterior"), en contraste con los Tiempos Modernos o "Early Modern Times" ("Edad Moderna Temprana" o "Edad Moderna Anterior"). Así pues, es legítimo preguntarse qué tanto de continuismo y qué tanto de ruptura hubo entre la Edad Contemporánea, y el período inmediatamente anterior, los Tiempos Modernos.





Pittsburgh en 1857Si se acepta que la Modernidad en cuanto tal implica el desarrollo de una cosmovisión con rasgos bien característicos (confianza en el ser humano por sobre lo divino, idea de progreso social, énfasis en la libertad individual, valoración del conocimiento y la investigación científicas, etcétera), entonces es claro que la Edad Contemporánea es una continuación casi en toda regla respecto de todas estas cosas, que surgieron durante el Renacimiento y la Reforma Protestante, e incluso puede hablarse sin inconvenientes de una exacerbación de esta cosmovisión respecto del período precedente. En efecto, durante este tiempo, la confianza en el ser humano y en el progreso científico se manifestó en una ideología muy característica, el positivismo, que encontró su reflejo político en el liberalismo y en el secularismo, y religioso en el agnosticismo; llevado a su extremo, permitió el desarrollo del darwinismo social. A su vez, la doctrina de los derechos humanos, desarrollada durante la Ilustración, se plasmó para dar forma a la democracia occidental que regiría durante los siglos XIX y **.



Pero por otra parte, durante la Edad Contemporánea se desarrolló también un discurso correlativo que pone un fuerte énfasis en la llamada crítica de la Modernidad, y que en su vertiente más radical desemboca en el nihilismo. Es posible seguir el hilo de esta crítica de la Modernidad en el Romanticismo y su utopía de reencontrarse con las raíces históricas de los pueblos, o en la filosofía de Arthur Schopenhauer o más modernamente del Existencialismo, o en ideologías políticas como el comunismo, o en estilos artísticos como el teatro del absurdo, o en concepciones teóricas como el Postmodernismo, por mencionar tan solo algunos ejemplos puntuales. Pero por otra parte, la idea de reemplazar al ideal ilustrado de progreso y confianza optimista en las capacidades del ser humano, es en sí misma una noción progresista y de confianza en la capacidad del ser humano que efectúa esa crítica, por lo que esas "superaciones de la Modernidad" muchas veces son vistas a posteriori como nuevas variantes del discurso moderno.[1]



En cada uno de los planos principales del devenir histórico (económico, social y político), puede cuestionarse si la Edad Contemporánea es una superación de las fuerzas rectoras de la Modernidad o sólo significa el periodo en que triunfan y alcanzan todo su potencial de desarrollo las fuerzas económicas y sociales que durante la Edad Moderna se iban gestando lentamente: el capitalismo y la burguesía; y las entidades políticas que lo hacían de forma paralela: la nación y el Estado. En el siglo XIX, estos elementos confluyeron para conformar la formación social histórica del estado liberal decimonónico europeo clásico, regido por una minoría burguesa empecinada en la acumulación de capital, asentada sobre una gran masa de proletarios, compartimentada por las fronteras de unos Estados nacionales de dimensiones compatibles con mercados nacionales que a su vez controlaban un espacio exterior disponible para su expansión colonial.





Un pequeño y sucio, pero eficaz barco de vapor conduce al desguace al buque de guerra Téméraire. Sus años de gloria han pasado. (Cuadro de J. M. W. Turner)Sin embargo, en el siglo **, esta triple identidad (económica, social y política) se fue trizando. Por una parte, el surgimiento de una poderosa clase media, en particular gracias al desarrollo del estado del bienestar, tendió a limar la distancia entre la burguesía y el proletariado. Por la otra, el capitalismo fue duramente combatido, aunque con éxito bastante limitado, por ideologías inspiradas en el marxismo, desde el comunismo más radical hasta las variantes más moderadas de socialismo; en el siglo **, en el campo científico, los presupuestos del capitalismo fueron puestos a prueba por el desarrollo de la moderna Teoría de Juegos, que en muchos aspectos enmendó la plana a los planteamientos económicos clásicos de Adam Smith. En cuanto a los Estados nacionales, si bien numerosos pueblos y naciones del globo terminaron por convertirse en sendos Estados durante los siglos XIX y **, éstos no siempre resultaron viables, y una cantidad numerosa de ellos terminaron degenerando en terribles conflictos civiles, religiosos o tribales, en particular cuando las fronteras se fijaron siguiendo los límites geográficos de los imperios coloniales en desintegración, que a su vez habían sido delimitados con criterios bien distintos al interés de las naciones sometidas a dichos imperios; por otra parte, los estados nacionales se transformaron, después de la Segunda Guerra Mundial, en actores cada vez menos relevantes en el mapa político, debido a la hegemonía impuesta por los Estados Unidos y la Unión Soviética sobre ellos.



La desaparición de ésta y del bloque comunista ha dado paso al mundo actual del siglo XXI, en que las fuerzas rectoras tradicionales presencian el doble desafío que suponen tanto la tendencia a la globalización como el surgimiento o resurgimiento de todo tipo de identidades -religiosas, sexuales, de edad, nacionales, grupales, culturales, deportivas- o actitudes -pacifismo, ecologismo- muchas veces competitivas entre sí.





La era de la Revolución [editar]En los años finales del siglo XVIII y los primeros del siglo XIX se derrumba el Antiguo Régimen de una forma que fue percibida por los contemporáneos como una aceleración del ritmo temporal de la historia, que trajo cambios trascendentales conseguidos tras vencer de forma violenta la oposición de las fuerzas interesadas en mantener el pasado: todos ellos requisitos para poder hablar de una Revolución, y de lo que para Eric Hobsbawm es La Era de la Revolución.[2] Suele hablarse de tres planos en el mismo proceso revolucionario: el económico, caracterizado por el triunfo del capitalismo industrial que supera la fase mercantilista y acaba con el predominio del sector primario (Revolución Industrial); el social, caracterizado por el triunfo de la burguesía y su concepto de sociedad de clases basada en el mérito y la ética del trabajo, frente a la sociedad estamental dominada por los privilegiados desde el nacimiento (Revolución burguesa); y el político e ideológico, por el que se sustituyen las monarquías absolutas por sistemas representativos, con constituciones, parlamentos y división de poderes, justificados por la ideología liberal (Revolución liberal).





Maquinismo e industrialismo [editar]Artículo principal: Revolución Industrial



Coalbrookdale de noche (Philipp Jakob Loutherbourg, 1801). La actividad incesante y la multiplicación de las nuevas instalaciones industriales, y sus repercusiones en todos los ámbitos, transformaron irreversiblemente la naturaleza y la sociedad.

Máquina de hilados en una fábrica francesa del siglo XIX. La difusión tecnológica permitió la extensión de la Revolución Industrial, primero a Europa Noroccidental y después, en lo que se denominó Segunda revolución industrial, a los actuales países desarrollados (especialmente Alemania, Rusia, Estados Unidos y Japón). A finales del siglo **, los NIC o nuevos países industrializados (especialmente China) iniciaron un rápido crecimiento industrial.Uno de los pilares de la sociedad contemporánea, en relación a todos los períodos históricos precedentes, es el proceso de industrialización acelerada que se vivió desde la Revolución Industrial en adelante. Esta se vivió en fechas distintas según el lugar y las influencias: segunda mitad del siglo XVIII (Inglaterra, cuna de la Revolución Industrial), primera mitad del XIX (Europa), segunda mitad del XIX (Estados Unidos, Rusia y Latinoamérica), primera mitad del ** (Japón), segunda mitad del ** (naciones africanas).



Con anterioridad, las sociedades agrarias que habían devenido en mercantiles gracias al intercambio comercial, seguían elaborando productos de manera artesanal, y por lo tanto, con bajas cuotas y altos costes de producción. La maquinización de muchos procesos que hasta entonces habían sido efectuados manualmente, permitió la elaboración de éstos en serie, lo que trajo varias consecuencias. En primer lugar, los costos de producción disminuyeron ostensiblemente, en parte porque al fabricarse de manera más rápida se invertía menos tiempo en su elaboración, y en parte porque las propias materias primas, al ser también explotadas por medios industriales, bajaron su coste. En segundo lugar, se produjo la estandarización de la producción, de modo que los pocos productos antiguos y exclusivos fueron reemplazados por muchos productos nuevos, pero todos iguales unos a otros. En tercer lugar, las sociedades industrializadas pudieron prescindir de mano de obra cualificada, contratando a obreros menos preparados y despidiendo a vastas cantidades de ellos, con el consiguiente problema social que implicaban las crecientes masas de desocupados y parados, la precarización del empleo, y la brutal desigualdad entre bajos salarios y altas exigencias laborales. En cuarto lugar, la disminución del costo de formar a obreros y artesanos liberó recursos para que sectores crecientes de la población pudieran acceder a una mejor educación, generando así una clase media que, con mayor o menor fortuna, consiguió ser un colchón entre los inmensamente ricos y los inmensamente pobres.



La Revolución Industrial se originó en Inglaterra. Varios factores influyeron en esto. Por una parte, Inglaterra era uno de los países con mayor disponibilidad de carbón, mineral indispensable para alimentar la máquina de vapor (debido a tener un poder calorífico mayor que la madera, el otro combustible tradicional), que fue el gran motor de la Revolución Industrial temprana. Por otra, la sociedad inglesa había atravesado una serie de guerras civiles en el siglo XVII, que derivaron en el reemplazo del Absolutismo por una monarquía parlamentaria que daba garantías para el emprendimiento individual. Síntoma importante de esto es el enorme desarrollo que en Inglaterra tenía el sistema de patentes industriales. Además, durante el siglo XVIII se construyó Inglaterra un gran imperio colonial que, a pesar de la pérdida de las Trece Colonias, emancipadas en la guerra de 1776 a 1781 (ver independencia de Estados Unidos), tenía a su disposición los riquísimos territorios de la India, entre otros, los cuales eran una fuente importante de materias primas para su industria. De ahí la facilidad con la cual Inglaterra pudo industrializarse, a finales del siglo XVIII.



Ya a finales del siglo XVII habían experimentos con calderas de vapor, y Thomas Newcomen había desarrollado en 1705 una máquina de vapor que mejoraba el trabajo en las minas. Pero fue en 1782 cuando James Watt incorporó un sistema de retroalimentación en la máquina de Newcomen, volviéndola así mucho más eficiente. El invento de Watt daría la vuelta al globo, y sería el primer salto hacia la industrialización. En paralelo, se desarrollaron nuevas técnicas agrarias, en lo que se denominó la revolución agrícola, y que permitió mejorar el rendimiento agrícola y ganadero; al mismo tiempo, inventos como la lanzadera volante y otros permitieron mecanizar el trabajo textil (revolución textil), poniendo a la industria textil inglesa a la cabeza de la producción mundial de telas.



Estas novedades no siempre fueron bien acogidas por la población. Entre la gente cundió el miedo a que las máquinas algún día reemplazarían por completo el esfuerzo humano, y de esta manera se terminaran las fuentes de trabajo. El miedo a la cesantía y al paro forzoso llevó a muchos obreros a revolverse, crear disturbios, y arrasar con las industrias que habían incorporado máquinas. Si bien por una parte disminuyeron los puestos de trabajo, la consecuencia más nefasta fue la rebaja en el nivel salarial, y por tanto, se abrieron las puertas a horarios de trabajos infames y al pauperismo.





Revoluciones políticas liberales [editar]

Contexto político e ideológico [editar]Artículo principal: Revolución liberal

En paralelo a la Revolución Industrial, el poder económico creciente de la burguesía chocaba con los privilegios de los dos estamentos sociales que conservaban sus prerrogativas desde la Edad Media, que eran el clero y la nobleza. Ya a finales del siglo XVII, los monarcas absolutos habían empezado a prescindir de los aristócratas para el gobierno, llamando como ministros a gentes de la burguesía, como por ejemplo Jean-Baptiste Colbert, el ministro de finanzas de Luis XIV. De esta manera, los burgueses fueron cobrando conciencia de su propio poder. En el siglo XVIII abrazaron los ideales de la Ilustración. En respuesta, los monarcas absolutos adoptaron algunas ideas ilustradas, creando así el despotismo ilustrado, el cual a la larga se reveló como insuficiente para satisfacer las aspiraciones burguesas, que se inclinaban con fuerza cada vez mayor hacia un gobierno constitucional. Finalmente, ante la resistencia de la nobleza, el descontento de la burguesía estalló en forma de rebeliones populares contra los privilegiados. En las colonias con una burguesía ascendente, esto se manifestó en guerras de independencia, mientras que en las metrópolis, esto produjo movimientos revolucionarios.



En la ideología de estas revoluciones jugaron un papel importante dos nociones filosóficas y jurídicas íntimamente vinculadas, que son la moderna teoría de los derechos humanos por una parte, y el constitucionalismo por la otra. La idea de que existen ciertos derechos inherentes a los seres humanos es antigua, y se encuentra por ejemplo en Cicerón o la Escolástica, pero por lo general se lo asociaba a la religión o a una especie de orden supramundano. Los ilustrados (Locke, Rousseau...) defendieron la idea de que dichos derechos humanos son inherentes a todos los seres humanos por igual, por el mero hecho de ser criaturas racionales, y por ende no son concesiones del Estado, ni tampoco tienen que ver con alguna condición religiosa como el ser "hijos de Dios", por ejemplo. También estos derechos son "derechos naturales", esto es, se oponen a los "derechos positivos", que son aquellos consagrados por los distintos ordenamientos jurídicos; vale decir, los derechos humanos se conciben como anteriores a la ley del Estado. En este sentido explica Joaquín García-Huidobro: "Los derechos del hombre son recogidos en una Constitución -por eso se pueden llamar constitucionales- pero no son creados por ella. Son derechos, según se dice en esas declaraciones, que pertenecen al hombre por ser quien es y no en virtud de ciertos hechos propios o ajenos, o de condiciones posteriores, como puede ser la nacionalidad, las preferencias políticas o la religión del individuo".[3]



Pero como el Estado puede arrollar estos derechos, los ilustrados concibieron limitarlo mediante una Constitución Política, prefiriendo el imperio de la ley al gobierno del rey. Aunque los ilustrados podían diferir sobre su sistema político favorito (algunos eran más autoritarios o monárquicos, y otros defendían el principio de separación de poderes a rajatabla), prácticamente todos concordaban en la necesidad de dicha Ley Suprema, que rigiera a la nación soberana. A su vez, esta Constitución debía ser generada por el pueblo y no por la monarquía o el gobernante, ya que se trata de una expresión de la soberanía, y ésta reside en la nación y en los ciudadanos, y por lo tanto, ya no en el monarca, como predicaban los teóricos defensores del Absolutismo (Hobbes, Bossuet). De ahí que los ilustrados defendieran, como representante de los derechos del pueblo, un parlamentarismo que podía ser más o menos amplio.



Cuesta no reconocer en todas estas concepciones, la gran influencia que sobre los teóricos políticos de la Ilustración tuvo el ejemplo político inglés, que después de 1688 decantó en una monarquía parlamentaria con plena separación de poderes. De hecho, la Constitución de 1787, que entró en vigencia en Estados Unidos y es el primer documento legal moderno de su tipo, está fuertemente imbuida en la tradición jurídica consuetudinaria británica. No es raro este contraste entre constitución escrita (Estados Unidos) y consuetudinaria (Inglaterra), si se piensa que el proceso jurídico británico se produjo en el lapso de unos 600 años, mientras que su equivalente estadounidense se produjo en apenas una década, y por tanto, el texto escrito se hizo indispensable para crear todo un nuevo sistema político desde la nada, mientras que esto no fue necesario en el caso británico, que había evolucionado fluidamente y había tenido tiempo de decantar en el paso de los siglos (algunos de los precedentes británicos son la Carta Magna de 1215 y el Bill of Rights de 1689).



En Europa, las primeras constituciones fueron la polaca del 3 de mayo de 1791,[4] la francesa de 3 de septiembre del mismo año. En España, las primeras fueron la Constitución de Bayona y la Constitución de Cádiz. En Latinoamérica, las primeras constituciones fueron creadas entre 1811 y 1812, como consecuencia del movimiento juntista, que fue la primera fase del movimiento independentista latinoamericano.





Independencia de Estados Unidos [editar]Artículo principal: Independencia de los Estados Unidos



La primera página de la Constitución de los Estados Unidos de América (17 de septiembre de 1787) comienza con el célebre We the People ("Nosotros, el Pueblo"), que define el sujeto de la soberanía. El precedente inmediato había sido, además de la Declaración de Independencia, la Declaración de Derechos de Virginia (12 de junio de 1776). En los diez años siguientes, las primeras enmiendas conformaron lo que se denominó Carta de Derechos (1789). Desde entonces ha sido profusamente enmendada.Los ingleses se habían instalado en Norteamérica desde el siglo XVII, dando lugar así a las Trece Colonias. Durante la gran guerra colonial que los ingleses emprendieron con los franceses (1756-1763), y que fue correlato americano de la Guerra de los Siete Años europea, los colonos estadounidenses cobraron conciencia de su propio poder. En los años siguientes, la metrópolis inglesa se condujo con poco tacto con las colonias, y tras el enfriamiento progresivo de relaciones, los colonos y los "casacas rojas", como se llamaba a las tropas inglesas por el color de su uniforme, tuvieron las primeras refriegas. En 1776, en un "congreso continental" reunido en la ciudad de Filadelfia, las Trece Colonias proclamaron la independencia. La guerra, liderada por George Washington por el lado colonial, terminó con la completa derrota de los ingleses en la batalla de Yorktown (1781), y la posterior admisión de la independencia (1783). Durante algunos años hubo dudas sobre si las Trece Colonias seguirían su camino como otras tantas naciones independientes, o si se unirían en una única nación. En un nuevo congreso celebrado otra vez en Filadelfia, el año 1787, acordaron finalmente una solución intermedia, conformando un estado federal con una compleja repartición de funciones entre la Federación y los Estados miembros, todo ello bajo el mandato de una única carta fundamental, la Constitución de 1787, la primera escrita en el mundo. La Federación, conocida como los Estados Unidos, se inspiró para su creación y para la redacción de su carta magna, en los principios fundamentales promovidos por la Ilustración, incluyendo el respeto a los derechos humanos, el individualismo, la democracia, etcétera, transformándose así en un ejemplo a seguir por los burgueses de otras latitudes, que encontraron aquí inspiración para los siguientes movimientos revolucionarios que vendrían.



EDAD CONTEMPORANEA 1,789 hasta 2008
2008-01-10 06:27:26 UTC
ohhh eso lo tengo en la carpeta de cs ss... mañana te mandoi un mail con el resultado!!! eso lo conozco



las encontre!!!!!!!!



Son 4:



-Edad Antigua



http://es.wikipedia.org/wiki/Edad_Antigu...



-Edad Media



http://es.wikipedia.org/wiki/Edad_Media



-Edad Moderna



http://es.wikipedia.org/wiki/Edad_Modern...



-Edad Contemporánea



http://es.wikipedia.org/wiki/Edad_Contem...





Haciendo click en las páginas entras a ver la info..
2017-02-03 14:37:49 UTC
Si amas y te deja es una de las peores cosas que te podía pasar pero esto puede cambia, puedes recuperar a la mujer que amas con este libro http://ComoRecuperaraTuMujer.netint.info/?470T Sé que este libro hace milagros porque los he visto, he vuelto con mi pareja gracias a este libro y por esto cualquier hombre tiene que tenerla.
?
2016-07-14 11:47:34 UTC
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2008-01-10 06:45:06 UTC
1.) La Edad Antigua:

Antiguedad Clasica: (siglo V ad C al II dd C)

Antiguedad Tardia: ( siglo III dd C al siglo VIII)



2.) La Edad Media se separa en períodos:

Alta Edad Media

Baja Edad Media:

Plena Edad Media (siglos XI al XIII)

Crisis de la Edad Media (siglos XIV)



3.) Edad Moderna (siglos XVI al XVII)



4.) Edad Contemporanea (siglos XIX, **, XXI)
*♥F[0R♥*
2008-01-10 06:33:27 UTC
La Edad Antigua se inicia con la aparición de la escritura y llega hasta la caída del Imperio Romano a manos de los bárbaros, en el siglo V después de Cristo, en el año 476.



La expresión "Edad Media" ha sido empleada por la civilización occidental para definir el periodo de 1000 años de historia europea entre el 500 y 1500 d. C. EL inicio de la Edad Media está señalado por la caída del Imperio Romano Occidental



Edad Moderna Se extiende desde la Toma de Constantinopla por los turcos en 1453 hasta la Revolución Francesa en 1789, es un período de casi 350 años.



Se conoce como Edad Contemporánea al periodo histórico comprendido entre el inicio de la revolución francesa y la actualidad. Esto comprende un total de 219 años, entre 1789 y 2008.



saludos...
jane V
2008-01-10 06:33:38 UTC
Protohistoria



Edad Antigua

Antigüedad clásica

Antigüedad tardía





Edad Media

Alta Edad Media



Baja Edad Media

Plena Edad Media

Crisis de la Edad Media



siglo XV



Edad Moderna

siglo XVI

siglo XVII



siglo XVIII

Edad Contemporánea siglo XIX

siglo X X

siglo XXI



Las fechas de éstas han sido elegidas por consenso por los historiadores eligiendo sucesos históricos que iniciaron grandes cambios o acabaron con estructuras antiguas.

LA Edad Antigua termina en 476 porque fue en ese momento en que el último emperador del Imperio Romano de Occidente (Rómulo Augustulo) fue destronado.

Le sigue la Edad Media que acaba o bien con el descubrimiento de América en 1492 o con la conquista de Constantinopla por los turcos en 1453 poniendo fin al Imperio Romano de Oriente o Imperio Bizantino.

La Edad Moderna acaba con la Revolución Francesa.

LA Edad Contemporánea todavía no ha acabado.
2008-01-10 06:26:51 UTC
ufff



eso fue hace tiemposssssssssss.



hace añitos ya.


Este contenido se publicó originalmente en Y! Answers, un sitio web de preguntas y respuestas que se cerró en 2021.
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