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2012-03-12 09:54:44 UTC
Por tener que atender situaciones cada vez más complejas, el trabajo de los docentes se vuelve cada vez más
“concreto”, es decir, contextualizado. Cualquier trabajo es
más “concreto” (en el sentido marxista clásico del término) cuando el que lo ejecuta usa no solo sus competencias genéricas (determinados procedimientos técnicos)
sino sus propias cualidades personales, tales como el interés, la pasión, la paciencia, la voluntad, sus convicciones, la creatividad, la capacidad comunicativa y otras cualidades de su personalidad que no están codificadas ni
estandarizadas, ni se pueden aprender fácilmente mediante “cursos” o entrenamientos formales.
En las condiciones actuales, el oficio tiende a construirse cada vez más a través de la experiencia y no consiste tanto en ejercer un rol o una función preestablecida (incluso
reglamentada), sino en construirla usando la imaginación
y los recursos disponibles. La personalidad como totalidad se convierte en una competencia para construir su
función. En este sentido, puede decirse que el trabajo del
docente se convierte en performance (Virno, P.; 2004). Es
decir, un trabajo sin producto, una representación (como
la del artista). El éxito o fracaso de su “función” tiende a
verse como producto de una personalidad. No es que hayan desaparecido las normas que enmarcan su trabajo
en el contexto de una organización todavía burocrática (o
de burocracia degradada), sino que las nuevas condiciones les obligan a definir su oficio como una realización habilidosa, como una experiencia, como una construcción individual realizada a partir de elementos sueltos y hasta
contradictorios: cumplimiento del programa, respeto a
un marco formativo, preocupación por la persona del
aprendiz, respeto por su identidad, particularidad y autonomía, búsqueda de rendimientos, realización de la
justicia, etcétera. Es obvio que existe una tensión no resuelta, o más o menos bien resuelta, por cada agente entre las exigencias del funcionario (que cumple una función, respeta un reglamento, se hace responsable del
logro de objetivos sistémicos o de política educativa general, etcétera) y las del sujeto actor (autónomo, creativo, responsable, etcétera)